jueves, 7 de septiembre de 2017

SEPARATA LIBROS & VÍDEOS



SENDHIL MULLAINATHAN Y ELDAR SHAFIR: ESCASEZ / LEV TOLSTÓI Y LA GUERRA /  NORMAN FINKELSTEIN: LO QUE DICE GANDHI / JOSÉ MARÍA RIDAO: LA PAZ SIN EXCUSA / RODRIGO MISA: ANÁLISIS DE DOCE HOMBRES EN PUGNA / AGUSTÍN COURTOISIE: CINE PARA ENTENDER EL MUNDO / ENCUENTROS CINÉ-FILOS







En esta edición de setiembre 2017 Filosofismas se ocupa de la tiranía del corto plazo y de la profundidad con que lo urgente impacta sobre nuestras vidas desplazando lo más importante. El fecundo cruce teórico de psicología y economía de especialistas como Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir nos permite entender mejor cómo gestionar la escasez, en el libro de igual nombre, tanto en la vida privada como en las políticas sociales destinadas a las personas de más bajos recursos.


Ante el mundo actual lleno de excusas para usar la violencia de un lado y de otro, pero sobre todo de las primeras potencias del mundo y sus satélites, se elevan como nuevas las grandes voces de Lev Tolstói y Gandhi para hacernos comprender que la paz no sólo es más noble sino mucho más eficiente que la estúpida crueldad de la guerra. Por eso cubrimos tres libros muy funcionales al movimiento por la paz que empieza a articularse en estos últimos tiempos en forma gradual, desde muy distintos ámbitos filosóficos y religiosos, más amplio y variado incluso que el de los años sesenta cuando repudiábamos la guerra de Vietnam.


En esta entrega culmina la tercera y última parte de “Cine para entender el mundo”. En nuestros ENCUENTROS CINÉ-FILOS, en la sede de Africanía, donde ponemos en interacción el cine y la filosofía, continuamos trabajando con teoría de la argumentación y distintos audiovisuales que la ilustran. El ambiente se está caldeando como para estructurar en breve un verdadero “club de debates”. Al final de esta edición del blog los interesados encontrarán más información.

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SENDHIL MULLAINATHAN Y ELDAR SHAFIR:
Escasez.
¿Por qué tener poco significa tanto?

 “La mente de un inglés trabaja mejor cuando ya casi es demasiado tarde”, decía Max Hastings. Pero también la de cualquier uruguayo cuando se acerca el plazo de entrega, ya se trate del pliego de una licitación, o de una tesis doctoral. Por análogos motivos, cuando un bien de consumo escasea, o se acerca el fin de una promoción, algo nos compele a comprarlo. Sin embargo, la psicología de la escasez va mucho más allá de esos ejemplos algo obvios. Las personas abrumadas por la realización de cualquier tarea urgente, tienden a enfocarse en una “visión de túnel”, dejando de lado  detalles importantes. Ser muy pobre, tener más de un trabajo e hijos a cargo, dirigir una pequeña empresa con mil problemas y empleados de baja remuneración, son circunstancias que poseen algo fuerte en común: el corto plazo va a devorar nuestras perspectivas de futuro, donde nos aguardarían las cosas realmente importantes si estuviésemos en condiciones de levantar cabeza por encima de las emergencias.

Escasez, ¿Por qué tener poco significa tanto? es un libro que cruza economía y psicología de modo contundente, escrito en un estilo claro y persuasivo. El premio Nobel de Economía Daniel Kahneman ha elogiado esta obra y a sus dos autores: Sendhil Mullainathan, nacido en la India, profesor de economía en la Universidad de Harvard; y a Eldar Shafir, nacido en Israel, profesor de Psicología y Asuntos Públicos en la Universidad de Princeton.

Es preciso avanzar un poco más en la comprensión de los fenómenos signados por la escasez. Ésta es una noción específica, mucho más sutil, como veremos enseguida, que la socorrida generalidad de que la economía es la ciencia de la escasez (porque obliga a gestionar con recursos finitos nuestros deseos sin límite).  Además de las carencias de distintos recursos (como el nivel educativo o el nivel de ingresos) el “ancho de banda” de las personas para manejar las heterogéneas responsabilidades de su vida puede verse reducido bajo ciertas circunstancias donde la “visión de túnel” tiende  a priorizar una tarea o meta en particular. Esto se puede visualizar con un ejemplo.

Según Mullainathan y Shafir, en los EE.UU. la principal causa de muerte de los bomberos no es la inhalación de gases tóxicos o las quemaduras ocasionadas por su arriesgada profesión. Una de las principales causas de muerte son los accidentes de tránsito. Por insólito que parezca, y pese a su exigente entrenamiento, al salir apresurados ante una denuncia de incendio los bomberos tienden a concentrar por completo  su atención en acudir a destino con la mayor celeridad posible y con la ropa protectora puesta. El efecto de “visión de túnel” hace que este objetivo primordial les haga olvidar el ajustarse el cinturón de seguridad mientras se desplazan en el camión a altas velocidades. Esto ha tenido como consecuencia que muchos bomberos hayan salido despedidos de sus asientos al doblar una curva, o ante una incidencia de tránsito. ¿Cómo se explica esto? Ocurre que hay una suerte de “gravamen” sobre su “ancho de banda”, es decir, una severa reducción del campo atencional: al concentrarnos mucho en una cosa dejamos de atender otras, pese a su importancia.

Las aplicaciones de estos conceptos y el familiar vocabulario utilizado (“ancho de banda”, “malabarismos”, “visión de túnel”, “bomberazos” en el sentido de “vivir apagando incendios”, etc.) se desarrollan a lo largo de la páginas de Escasez con notable desenvoltura y mediante la exposición de varios estudios de caso.

Quizás  los autores se exceden al incluir la crisis del 2008 como resultado de decisiones basadas en la psicología de la escasez. Según varios estudios parece claro que esa catástrofe financiera y social involucró mucho más que las hipotecas subprime. Joseph Stiglitz  y Paul Krugman, entre otros, juzgaron ese proceso como el de una estafa a gran escala. De todas maneras, son numerosas las áreas sugerentemente iluminadas por la psicología de la escasez.

Hay un ejemplo memorable, que permite a los autores extraer muchas enseñanzas. Durante la Segunda Guerra Mundial, el  teniente Alphonse Chapanis fue convocado como experto para resolver un problema que se había tornado grave: la recurrencia de accidentes que se producían al aterrizar aviones estadounidenses,  en la mayoría de los casos motivados por la retracción de las ruedas en vez de los alerones. Era difícil discernir si esas tragedias se debían a un insuficiente entrenamiento, o al cansancio, o al hecho de que después de misiones complicadas los pilotos se relajaban demasiado pronto y se desconcentraban justo durante las maniobras finales. La causa tendía a atribuirse a características y decisiones personales de cada piloto. Lo primero que descubrió el teniente Chapanis fue que los accidentes eran protagonizados por los pilotos de bombarderos y no ocurrían jamás con los pilotos de transporte. Al observar con más detenimiento comprendió que los errores se debía al diseño de las cabinas: los controles de ruedas y  alerones estaban juntos y eran muy parecidos, lo cual hacía muy fácil cometer el error fatal de confundirlos. Esto permite plantear el viejo dilema acerca de la importancia comparativa de las estructuras respecto de las decisiones del individuo. Una vez transformado el diseño de las cabinas correspondientes, ese tipo de accidentes prácticamente desapareció.

Esto deja numerosas lecciones. Varias pueden referirse, por ejemplo, al diseño e implementación de políticas sociales, a la capacitación laboral de las personas de muy bajos ingresos, a las transferencias  en efectivo condicionadas a contrapartidas y, muy en particular, a los microcréditos destinados a la creación de pequeñas empresas ante los préstamos solicitados para resolver cuestiones de emergencia. El capítulo VIII, “Mejorar la vida de los pobres”, es un tramo rico en sugerencias y basado en rigurosos chequeos empíricos. Las políticas sociales suelen insumir grandes recursos, pero sus resultados suelen ser modestos. Los destinatarios tienden a abandonar los cursos de capacitación. Los microcréditos son muy nobles en sus intenciones pero por alguna razón los más pobres suelen recaer en los prestamistas, que les cobran intereses más altos pero les resuelven las emergencias que consumen el  “ancho de banda” cotidiano con que estas personas cuentan para lidiar con múltiples problemas. Por ello Mullainathan y Shafir sugieren que los programas educativos para estos sectores de la sociedad deben estructurarse con exigencias diferentes. Las personas deben poder concurrir siempre que les sea posible pero si no es el caso, deben implementarse mecanismos para ponerse al día y continuar con las clases. El problema no es falta de hábitos de estudio, o falta de talento. De nuevo, el problema no es el piloto sino la estructura de la cabina, no es solamente el individuo sino que también el sistema cuenta y a veces es crucial.

La cuestión es que las personas desempleadas con hijos a cargo deben resolver cuestiones dramáticas y urgentes relativas a alimentación y techo, que los sumergen en una “visión de túnel” y reducen su “ancho de banda” cognitivo. Los contenidos tediosos de algunos cursos muchas veces explican la deserción masiva. Los autores relatan experiencias exitosas surgidas al  descartar por completo cursos tradicionales de contabilidad y teneduría de libros, para suplantarlos por la enseñanza de reglas contables pragmáticas, recopiladas en forma previa en el terreno, tomando nota de las prácticas de los pequeños empresarios de condición similar a la de los destinatarios de la capacitación.

El objetivo es generar mayor “ancho de banda” para los pobres y así cambiar la lógica estructural de la pobreza. Dicen Mullainathan y Shafir: “Lo inherente a estas emergencias es que son graves: hay una necesidad inmediata de efectivo. La necesidad no es de grandes cantidades, se trata de cantidades pequeñas, como comprar un uniforme para la escuela”. Los autores aseguran que estas transferencias en efectivo deben ser concebidas como un producto financiero conceptualmente diferente del microcrédito: “El producto no ayuda a crear riqueza; no convierte a nadie en empresario… No obstante, cuando se hacen malabares, los efectos pequeños tienen consecuencias grandes”.

En el Uruguay, pese a la percepción generalizada de que se realizan transferencias para los sectores de bajos ingresos sin contrapartida, los hechos son diferentes. Al amparo de las asignaciones familiares establecidas por la  Ley 15.084 de 1980, hasta 2016 existían 106.000 beneficiarios de bajos recursos tales como trabajadores formales, jubilados, pensionistas o pequeños productores rurales, con varios requisitos muy claros, tales como la asistencia de los menores del núcleo a centros de enseñanza, certificados de discapacidad, e incompatibilidades en el caso de que se perciba otro tipo transferencia. En cuanto a la “Asignación Familiar Plan de Equidad”, establecida por la Ley 18.227 de 2007, se estiman unos 381.000 beneficiarios bajo este régimen: hogares con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad socioeconómica, o internados en establecimientos vinculados al INAU. Los adultos a cargo están sometidos a  varias exigencias para continuar percibiendo la transferencia (Conoce tus derechos y obligaciones en seguridad social, ANEP, BPS, CES, Correo Uruguayo, 2016, págs. 74-75).

Al igual que las cabinas de los bombarderos, estos programas podrían ser mejorados y tener más éxito basándose en la psicología de la escasez, más allá de cada piloto o de que la “culpa” sería del pobre. Aunque no se hayan ocupado del Uruguay, para los autores de Escasez estos emprendimientos probablemente valdrían la pena. Cada programa de transferencias mejorado “libera ancho de banda, potencia el CI, reafirma el autocontrol, aumenta la claridad de pensamiento e incluso mejora el sueño. ¿Parece exagerado? Los datos sugieren que no es así”.

ESCASEZ. ¿POR QUÉ TENER POCO SIGNIFICA TANTO?, de Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir. Fondo de Cultura Económica, México, 296 págs. Fuente: Reseña de Agustín Courtoisie, Revista Relaciones Nro. 400. Setiembre 2017, Montevideo, págs. 24-25.

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LO QUE PIENSO DE LA GUERRA
“Si mis soldados comenzasen a pensar, ninguno permanecería en las filas” decía Federico II el Grande y Tolstói lo cita en uno de los trabajos aquí compilados.

Lo que yo pienso sobre la guerra de Lev Tolstói, publicado por Desván de la Hanta, 2015, reúne buena parte de la energía colosal de su credo anarquista evangélico y pacífico, que inspiró a Gandhi y a Martin Luther King.

El volumen incluye “El sitio de Sebastopol”, “La guerra ruso-japonesa”, “La guerra hispano-americana y la guerra de los dujobores”, entre otros fragmentos imperdibles. Tolstói defendía a los trabajadores, se indignaba por la crueldad contra los animales y explicaba por qué aquellos a los cuales la indignación podría conducir a la violencia debemos preferir la paz a toda costa.

Si los que orquestan las armas contra millones de inocentes, no son capaces de pensar (ni de sentir) al menos no le cedamos nuestro consentimiento. El firme y realista deseo de paz de quien supo ser soldado, me está conmoviendo y no puedo menos que compartirlo.
 

(Lo que yo pienso sobre la guerra de Lev Tolstói, por Agustín Courtoisie para perfil en Facebook “Ciné Filos Filosofía”)
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LO QUE DICE GANDHI
El autor es el valeroso judío disidente Norman Finkelstein, autor de La industria del Holocausto. Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío (2000).En esta oportunidad, en Lo que dice Gandhi (Siglo XXI editores, 2013) un librito de apenas 142 páginas, Finkelstein redescubre a Gandhi para todos los que predicamos “la paz sin excusa”, como una figura mucho más compleja y rica de lo que se imaginaban sus partidarios y sus detractores.

Hurgando entre los casi 100 volúmenes del corpus de la obra de Gandhi, Finkelstein afirma que Gandhi “no solo estaba convencido de que se podía liquidar de forma no violenta el viejo mundo y crear uno nuevo, sino de que, además, si no se hacía de manera no violenta, ese nuevo mundo difícilmente diferiría del viejo mundo al que había sustituido”.

La lectura compleja que Finkelstein hace de Gandhi le lleva a recordar que “el verdadero Gandhi detestaba la violencia, pero detestaba aún más la cobardía”. Sin embargo, “si Gandhi predicaba simultáneamente las virtudes de la no violencia y las del valor, es porque consideraba que la no violencia requería más valor que la violencia”.

(Lo que dice Gandhi de Norman Finkelstein, por Agustín Courtoisie para perfil en Facebook “Ciné Filos Filosofía”)

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LA PAZ SIN EXCUSA

Nobleza obliga a recomendar este libro de José María Ridao, que me sedujo desde el título: "La paz sin excusa. Sobre la legitimación de la violencia" (Tusquets, 2004).
 
Me atrevería a decir que todo lo que Ridao dijo hace más de una década hoy es más cierto que nunca:

“En realidad, y pese a lo que parece sugerir la historia, resulta difícil determinar si la violencia forma parte del instinto humano. Junto a los innumerables ejemplos de individuos que, sonámbulos, los ojos inyectados en sangre, parecen encontrar un estímulo y no un obstáculo en el sufrimiento que provocan, existen otros en los que el comportamiento es exactamente el inverso: una repentina piedad hacia quien está por completo a merced de un gesto o una decisión propia”.

(La paz sin excusa. Sobre la legitimación de la violencia,  por Agustín Courtoisie para perfil en Facebook “Ciné Filos Filosofía”)

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LA VERDAD COMO CAMINO
(sobre Doce hombres en pugna)
 Rodrigo Misa

Me propongo analizar un remake de la obra cinematográfica Doce hombres en pugna, considerada una de las mejores películas en la historia del cine. Pero no lo haré desde la perspectiva de la crítica cinematográfica, sino porque ella plantea ciertos aspectos que juzgo centrales para pensar la cultura contemporánea y en particular los medios masivos, como lo son el concepto de verdad y de libertad de expresión, así como también otros conceptos importantes que comprenden a la objetividad y las estrategias éticas. (1)

Además, la elección de esta película se debe a la interesante similitud en algunos puntos con un documental como El Rati Horror Show (Piñeyro, 2010) y con la parodia El Bebé de los Perales (Sorin, 2006). La comparación de Doce hombres en pugna con estas dos obras, y la posibilidad de recurrir a varios autores para desarrollar el análisis, son elementos fundamentales para poder enriquecer nuestra perspectiva .

A través de las deliberaciones de un tribunal, en Doce hombres en pugna se nos muestra cómo se construye el camino hacia la verdad, las dificultades por las que hay que atravesar, el rol que juega la ética en ese emprendimiento y ciertas particularidades del ser humano que hacen que esta tarea no sea sencilla. Si hubiera que resumir la película en unas breves líneas, se podría decir que trata de un caso en el que se acusa a un joven latino de haber asesinado a su padre.

Un jurado integrado por doce miembros deberá determinar si es inocente o culpable. El film se centra en la habitación donde estos hombres debaten y opinan sobre las pruebas presentadas y los diferentes testimonios, para tomar una resolución final. Al comienzo de la película, la votación del jurado es de 11 a 1 a favor de la culpabilidad del muchacho, pero con el transcurrir de la historia, esas cifras se van revirtiendo. Ahora bien, si nos quedamos con este brevísimo y vago resumen de la película, estaríamos dejando pasar varios aspectos relevantes.

Luego de que se realiza la primera instancia de votación, se puede apreciar como algunos de los once jurados pretenden ridiculizar y minimizar cualquier tipo de argumento u opinión exhibida por “el distinto”, y es ahí cuando entran los conceptos de libertad de expresión y libertad de discusión manejados por John Stuart Mill. Una de las frases más particulares de su obra Sobre la libertad hace hincapié en que “si toda la especie humana no tuviera más que una opinión, y solamente una tuviera la opinión contraria, no sería más justo el imponer silencio a esta sola persona, que si esta sola persona tratara de imponérselo a toda la humanidad”. (2)

Considera que es una especie de hurto a la raza humana el imponer silencio a la expresión de opinión de otro, y que además tanto si fuera verdadera o falsa, no se debería de intentar acallar, ya que siempre aportaría un beneficio. Perfectamente se puede hacer un paralelismo con lo que sucede en la película. Si bien no se trata de toda la humanidad contra uno, ese pequeño grupo de personas pasa a ser un mundo donde un integrante merece ser respetado. En esos primeros instantes de tensión, se pueden escuchar todo tipo de frases que dan mucho que pensar, y que ponen de manifiesto que muchas veces las mayorías creen tener la verdad y desean imponerla.

Una de las más significativas es “once hombres estamos de acuerdo, nadie tuvo que pensarlo dos veces excepto usted”, lo cual deja en evidencia que no se quiere respetar la libertad de esta persona, porque hay una mayoría que cree saber la verdad. También aparece la búsqueda de realizar decretos autoritarios, como por ejemplo “estamos intentando poner a un hombre culpable en su lugar”. Otras frases que también sirven para ilustrar esta idea son “aún cuando el caso es tan obvio como éste, jamás escuché tanta palabrería por nada” o incluso palabras más fuertes como “he escuchado todo tipo de patrañas en mi vida, pero esta se las lleva por mucho. Vienes con tu habladuría santimonial ,  e inventas un sinnúmero de historias y de pronto resulta que convences a algunas de estas señoritas”. 

Claramente se puede apreciar cómo lo único que se busca es ridiculizar al que piensa diferente, en vez de tratar de contrarrestarlo con argumentos contundentes.

Mill es muy claro cuando afirma que nadie tiene autoridad para impedir el derecho a juzgar de otros, porque se estaría atentando contra una facultad concedida a la humanidad. Además, “el hombre es capaz de rectificar sus errores por la discusión y por la experiencia”, (3) por lo que si no se deja escuchar a este jurado, no podrán ni hacerle ver que está equivocado, ni asegurarse de que están en lo cierto, ni mucho menos abrir una puerta a la posibilidad de advertir que son ellos los que están equivocados. No sólo de ridiculizar se trata, sino que también existen graves acusaciones para tratar de defenestrar a esta persona, ya que se lo culpa de torcer y distorsionar los hechos, y que por eso comienza a generar dudas en el resto de los miembros del jurado.

Otra persona, irónicamente, le reconoce que es bueno vendiendo por lo persuasivo, pero él en todo momento se justifica diciendo que lo deben discutir mucho porque no se pueden equivocar en la decisión y porque le deben al chico algunas palabras. Una vez que comienzan a haber cambios en las cifras de las votaciones, también vemos cómo los agravios se orientan y desplazan hacia las personas que cambiaron su decisión. Si bien continuamente se ataca al jurado, se empieza a decir que las personas cambian su voto porque él les está lavando el cerebro, y nuevamente se intenta quitarles el derecho a la opinión.

El primero en cambiar lo justifica debido a que no es fácil para una persona estar solo frente al resto mientras está siendo atacado, y ese apoyo que ha estado buscando se lo quiere dar, ya que respeta sus motivos. También, quiere escuchar más. Nuevamente aparece Stuart Mill en acción, ya que para este anciano del jurado, es importante tener las dos campanas para estar seguro de su decisión. “La única forma de que un ser humano pueda conocer a fondo un asunto cualquiera es la de escuchar lo que puedan decir personas de todas las opiniones, y estudiar todas las maneras posibles de tratarlo”. (4)

También remarca que muchas veces las personas con puntos de vista diferentes “no se ponen jamás en la posición mental de los que piensan de otra manera, ni ponen en consideración lo que esas personas tienen que decir”. (5)

Éste es el caso particular de tres de los miembros del jurado, quienes son los que se muestran más resistentes a cambiar su opinión. Uno de ellos felizmente termina cambiando su voto debido a que fue convencido, mientras que otro lo termina haciendo por cansancio, y el último, porque se encontraba más solo que nunca y sabía que no tenía de qué agarrarse para mantener su idea. En cambio, el resto del jurado sí logró escuchar y ponerse en la posición mental del otro, y eso fue fundamental para poder cambiar de opinión, y entrar a dudar de algo que al principio parecía tan obvio.

Otro aspecto sumamente importante y que no hay que dejar pasar por alto es que los que están a favor de la culpabilidad del muchacho no pueden objetar los argumentos a favor de la inocencia, o por lo menos, de la no culpabilidad. Como dice Mill, si “es incapaz (,) de refutar las del contrario, si incluso no las conoce, se puede decir que no tiene motivos para preferir una opinión a la otra”. (6) Y esto se puede apreciar constantemente en la película, ya que cada exposición hecha por esta persona es atacada, pero pocas veces contrarrestada con nuevos argumentos. Por momentos pareciera que se olvidan que están tratando de decidir el futuro de un ser humano, y se aproximan a una competencia por saber quien tiene la razón.

Mientras analiza los hechos, el miembro del jurado que desde un principio creía “no culpable” al chico, hace un razonamiento acerca de que no era posible escuchar con claridad el grito de “te voy a matar”, ya que la vivienda donde ocurrió el asesinato se encontraba próxima a la vía de un tren, y en ese momento el ferrocarril estaba pasando. Ese argumento cambió la perspectiva de varios miembros del jurado, pero otros, más allá de que sea convincente o no, lo agreden, se ríen y hasta se levantan y se van de la mesa, sin confrontarlo. “¿Usted cree que tiene el monopolio de la verdad?” (7) es una de las preguntas que le hacen. “El hombre de abajo escuchó ‘te voy a matar’… No puedes refutar los hechos, sé que tiene 18 pero tiene que pagar por lo que hizo”, (8) es otra de las respuestas, como si se trataran de buenos argumentos.

Uno se cuestiona entonces luego de ver la película, ¿qué es la verdad?, ¿se puede acceder a ella? Llama la atención cómo varios integrantes del jurado justifican la presunta culpabilidad del muchacho porque los testimonios y las pruebas, linealmente, así lo dicen. “Usted se sentó en la corte, escuchó lo mismo que nosotros” y “hubo un testigo que lo vio hacerlo” son frases que parecen ser suficientes para que uno se convenza de algo. Y entonces surge otro cuestionamiento, ¿es la verdad lo que se nos presenta delante?, ¿el hecho de que un juicio se lleve a cabo bajo juramento es determinante?, ¿no habrá que ir siempre un poco más a fondo y no contentarnos con lo que se muestra o nos quieren mostrar? Tal vez no existan respuestas tan directas o tan fáciles ante estas interrogantes, pero el miembro del jurado que desde un principio dijo no estar seguro de la culpabilidad, manifestó que los testimonios parecen hacerlo culpable. Pero que luego de escuchar durante varios días la acumulación de evidencia donde todos parecían estar muy seguros, le empezaron a surgir ciertas dudas.

Además consideró que el abogado defensor estaba dejando pasar cosas pequeñas, y que es posible que los dos testigos del fiscal hayan podido equivocarse, porque todas las personas cometen errores. “La verdad (,) es ante todo una cuestión de combinación y de conciliación de los extremos” (9) y esta persona fue capaz de tomar en cuenta ciertos puntos que parecían insignificantes para tener otra versión de los hechos hasta el momento no considerada.

En este aspecto, existe una importante relación con el documental de periodismo de investigación, El Rati Horror Show. Al comienzo uno está convencido de que el joven de apellido Carrera es culpable y es un asesino, pero a medida que la investigación avanza y se presenta otra cara de la historia, uno comienza a plantearse dudas e interrogantes. Al igual que con Doce hombres en pugna, ¿hay que creer en la versión oficial? Los medios manejaron de principio a fin la versión policial de “la masacre de Pompeya” y de esa manera condicionaron a la opinión pública con respecto a este caso.

Sin embargo, la inteligencia y el coraje de Enrique Piñeyro, mezclados con su humor y su atrevimiento, permiten estudiar el caso de otra manera. Esto deja en evidencia que el sistema tiene fallas, y que hay que saber dónde uno debe ubicarse. Algo similar sucede con el documental de El Bebé de Los Perales de Carlos Sorin y la crisis de verosimilitud que se plantea. Hay que cuestionarse cuáles son las fuentes creíbles y cuáles no, y tener en cuenta cuántos y cuáles casos se citan para ilustrar una realidad. En el código de UNESCO de los principios internacionales de ética profesional del periodismo es muy claro con respecto a este punto. Se reconoce “el derecho del pueblo a una información verdadera,  recibir una imagen objetiva de la realidad por medio de una información precisa y completa”. (10)

Si se ahondara en este concepto, en referencia a cómo los medios muchas veces se manejan, se estaría desviando del tema que venimos analizando, pero a continuación mencionaremos a la objetividad y a la imparcialidad, que mantienen una estrecha relación con lo recién dicho. El uso de la objetividad también aparece reflejado en Doce hombres en pugna. Desde el comienzo la jueza es clara y contundente cuando pide que “deben ser jueces imparciales de los hechos, tratar de separar hechos de fantasía, tratar de deliberar con conciencia y honestidad”. Sin embargo, si bien sabemos que es muy difícil para una persona desprenderse por completo de sus valores y de condicionantes que surjan de la cultura a la que pertenece, los miembros del jurado tienen que ser capaces de poder tomar una decisión sin ser influidos.

En realidad, es inútil buscar un ser humano libre de valores y de sesgos. A lo que se puede aspirar es a un trabajo crítico constante y comunitario, tal como indica Popper. “La objetividad y la neutralidad valorativa constituyen en sí valores. Y como la neutralidad valorativa en sí misma es un valor, la exigencia de una total ausencia de valores, de una completa neutralidad valorativa viene a resultar paradójica”. (11)

Otro concepto que se relaciona con el de objetividad es el de imparcialidad, aludido en varios códigos de ética, como por ejemplo el del Washington Post. Allí se resalta que la imparcialidad reclama la información completa y relevante, por lo que “no es una información imparcial si se omiten hechos de importancia,  o si incluye como esencial información irrelevante en decremento de hechos significativos”. (12)

Rigiéndose por estas definiciones, a uno no le caben dudas que la imparcialidad por momentos fue dejada de lado por algunos de los integrantes del jurado, aunque no siempre de forma intencional. El jurado 8 fue quien les abrió los ojos a sus colegas y los alentó a actuar imparcialmente, aunque no siempre de una manera explícita. Expuesto de diferentes formas, el uso de la objetividad y la imparcialidad, y las influencias, aparecen manifestados y cuestionados constantemente en la película.

Desde una manera un poco extrema, se ve como uno de los jurados quiere resolver cuanto antes el caso, ya que tiene entradas para un partido de baseball en la noche. Otro de ellos, por el hecho de conocer a los latinos, generaliza. “No va a decirme que debemos creerle al chico, sabiendo lo que es. He vivido entre ellos toda mi vida. No puedes creer ni una palabra de lo que dicen. Nacen mentirosos”. (13)

Hábilmente, el jurado 8 le hace ver que si no le puede creer al joven latino, tampoco le debería poder creer a la mujer testigo, ya que es una de “ellos”. En la misma línea de generalización se encuentra otro comentario que dice que el latino nació en un barrio bajo y que todos los barrios bajos son criaderos de asesinos.

Ante varios comentarios y opiniones carentes de objetividad, el jurado 8 contraataca con frases como por ejemplo “quieres que el chico muera por tus razones personales, no por los hechos”, dejando en manifiesto que no se estaban siguiendo las instrucciones de la jueza al comienzo de la película.

Y en este tipo de generalizaciones, es donde entra en juego el “pensar por sistemas”, que desarrolla Vaz Ferreira en su Lógica viva. De una observación se saca “un sistema destinado a aplicarse en todos los casos” (14), lo cual permite que se aplique siempre para resolver cualquier tipo de caso y cuestiones.

Este autor cree que se debería pensar con varias ideas, equilibrándolas según las circunstancias, ya que en algunas predominarán unas y en otras serán otras. Durante las discusiones, se puede ver un bosquejo tenue de lo que plantea Vaz Ferreira. “Los problemas que los hombres discuten, podrían dividirse en dos clases: cómo son las cosas o sobre cómo pasan los fenómenos; cómo se debe o conviene obrar”. (15)

La primera, se centra en problemas de ser o de existencia, en este caso sería si el muchacho asesinó o no a su padre. En la segunda categoría, se trata de problemas de acción, de cómo debería actuarse, y en este caso sería cómo deberían votar, argumentar o actuar, para llegar al veredicto final. El filósofo montevideano plantea que muchas veces el error está en que se consideran a estos dos aspectos como de una misma naturaleza, cuando en verdad no es así.

En la tensión y la discusión por demostrar la culpabilidad o inocencia del joven latino, muchas veces se cuelan en el medio las maneras en que cada uno considera que el otro debería actuar, como si hubiera una única forma y tuviera una solución exacta. En vez de plantear las ventajas y desventajas de proceder de determinada manera y explicarlo, existe una imposición de que hay que votar de tal manera y argumentar según determinados elementos. “El error provendría de la confusión de los problemas de una y otra clase: de buscar en los problemas normativos, soluciones en el sentido en que se buscan en los problemas explicativos”. (16)

Con el clima que toma la discusión y el debate, en Doce hombres en pugna, se da muchas veces esta situación.

También se puede apreciar el uso de la psicología dentro de las discusiones que se dan en la película. No solo de lógica se trata, sino que hay una cuota muy importante de efecto psicológico, y el jurado 8 parece que lo maneja a la perfección. Al principio, al verse solo en la sala, expone sus argumentos con cierta tranquilidad y por momentos timidez. Sin embargo, al ver que los demás miembros del jurado comienzan a cambiar su voto gracias a él, se torna más firme y cada vez se lo ve más confiado en sus exposiciones. Incluso se da el lujo de hacer una representación un tanto teatral de cómo uno de los testigos se desplazó por su apartamento en el momento del crimen. Sin dudas, que habiendo estado 11 a 1, con todos en contra, jamás podría haber hecho lo que hizo.

Otro momento de la película en donde el aspecto psicológico es clave es en la discusión acerca del cuchillo. Cuando todos creen que es único en su especie por su rareza, el jurado 8 saca uno exactamente igual y lo clava en la mesa, dejando atónito al resto de la sala, sabiendo que había logrado otra victoria psicológica.

La lógica y la psicología no tienen por qué coincidir, y muchas veces la primera puede mantenerse inalterada, mientras que la segunda puede desplazarse. Por ejemplo, uno de los puntos en que constantemente hacía hincapié el jurado era que el latino no recordaba el nombre de la película que supuestamente había ido a ver al cine, ni de sus actores. El jurado 8 hace un excelente juego con el jurado 4, preguntándole qué actividades había realizado las noches anteriores al día en el que estaban. 

Cuatro noches hacia atrás, el jurado 4 había ido al cine, entonces el jurado 8 le pregunta por el nombre de la película y los actores, y el otro no puede recordarlos con precisión.
Con esto, el jurado 8 demostró que cualquiera se puede olvidar de los nombres, y todos quedaron convencidos, pero no tuvieron en cuenta que él estaba haciendo una pregunta cuatro días después, mientras que la policía interrogó al joven el mismo día que supuestamente fue al cine. Hizo una comparación no exactamente precisa, pero su posición psicológica sobre el resto lo favoreció ya que nadie le reprochó nada.

Saliendo un poco de conceptos específicos como verdad, objetividad o la lógica en las discusiones, la película también refleja aspectos claves de la ética y las teorías morales. Se puede decir de algún modo, que el jurado 8 en todo momento actúa bajo una postura deontologista. Considera que debe juzgar al latino según sus principios y convicciones, cumplir sea cual sea su consecuencia. Se presenta como un sujeto autónomo e independiente, que considera que el joven se merece un debate y una discusión pensada, a pesar de ya haber escuchado los testimonios en el juicio.

Por otro lado, los que están a favor de su culpabilidad, tienen una postura utilitarista. Se hace hincapié fundamentalmente en las consecuencias, y estas son, que es un peligro para la sociedad que ande suelto un asesino, caso de que lo fuere. Es una postura calculadora que mira los resultados. Ellos no parecen actuar por principios ni buscar todos los métodos para tratar de determinar su culpabilidad o inocencia, sino que al ser un riesgo para la comunidad dejar suelto a esta persona, porque la consideran peligrosa, hay que condenarlo.

No podemos pasar por alto la acción moral de algunos de los jurados a la hora de votar. Está dividida en dos niveles: la acción en sí y las justificaciones. Claramente se puede apreciar cómo difieren unos de otros, y no siempre por el hecho de votar a favor o en contra. No es lo mismo votar que es culpable porque crees que las pruebas y los testimonios lo inculpan, que porque hay que terminar rápido el asunto para poder irse a un partido de baseball, o porque uno conoce mentirosos del mismo estrato social, e infiere que entonces él también tiene que serlo. Por otro lado, no es lo mismo votar a favor de su inocencia porque uno cree que las pruebas dejan dudas y no son suficientes para su culpabilidad, que votar a favor porque ya se está harto de todos y no se tienen más ganas de seguir debatiendo.

Una misma acción puede tener dos justificaciones diferentes y eso tiene mucho que ver con la conciencia de cada uno. Tal vez si el jurado 8 hubiera cambiado su voto rápidamente a favor de culpable para terminar pronto el pleito, una vez en su casa le empezaría a pesar la conciencia de no haber hecho lo que creía correcto, es decir, lo bueno.

Algunas conclusiones pueden, temporariamente, extraerse. Lo más importante, es que muchas veces “las apariencias engañan” y hay otra verdad detrás de la imagen. Si nos dejáramos llevar por el 11 a 1 sin haber escuchado al otro jurado, tal vez nos iríamos a casa pensando que el latino era culpable, al igual que en lo sucedido con el joven Carrera de El Rati Horror Show. Si Piñeyro nunca hubiera hecho el documental, hubiese sido muchísimo más difícil haber destapado la conspiración policial detrás.

Entonces debemos reflexionar acerca del trabajoso acceso a la verdad, si es que nos es dado acceder, o apenas es posible adquirir pequeñas parcelas de ella.
Puede deducirse de Doce hombres en pugna que para emprender la búsqueda hacia la verdad hace falta algo más que una actitud pasiva, y de conformidad ante lo que se nos presenta en primera instancia. Por otra parte, queda más que claro que la libertad de expresión es un derecho para todo ser humano, y que el hecho de prohibirla es un acto de debilidad. Por otra parte, si el jurado 8 no hubiera tenido perseverancia y convencimiento, seguramente el latino hubiera sido condenado. Tal como dice Stuart Mill “toda opinión que representa algo, por poco que sea, de la verdad que descuida la opinión común, debería ser considerada como preciosa, aunque esta verdad llegase a estar mezclada con algunos errores”. (17)

Nadie es portador de una verdad absoluta, ni nadie es más que otro por tenerla o creer tenerla. Aquello que, razonablemente, podemos denominar “verdad”, se construye recolectando de todas las partes elementos que clarifiquen el camino de búsqueda.


Referencias
(1) Hay mucho sitios en la web donde puede obtenerse abundante información sobre el film y sus diferentes versiones.
(2) Mill, John Stuart (1970). Sobre la libertad, p. 33.
(3) Opus cit., p. 36.
(4) Op. cit, p. 37.
(5) Op. cit, p. 52.
(6) Op. cit, p. 52.
(7) Friedkin, William (1997). Doce hombres en pugna
(8) Op. cit.
(9) Mill
, John Stuart (1970). Sobre la libertad, p. 62.
(10) Pérez Fuentes, Juan Carlos. Ética Periodística, p. 17.
(11) Ver Chá, Alberto, Elementos de epistemología.
(12) Pérez Fuentes, Juan Carlos. Ética Periodística, p. 276.
(13) Friedkin, William (1997). Doce hombres en pugna
(14) Vaz Ferreira, Carlos (1963). Lógica viva, p. 79.
(15) Op. cit, p. 43.
(16) Op. cit,, p. 47.
(17) Mill, Jo
hn Stuart (1970). Sobre la libertad, p. 60

Bibliografía
CHÁ, Alberto (2002). Elementos de epistemología. Montevideo, Uruguay: Trilce- Ucudal.
FRIEDKIN, William (1997). Doce hombres en pugna [obra cinematográfica].
EEUU: MGM Television.
MILL, John Stuart (1970). Sobre la libertad. Madrid, España: Alianza editorial.
PÉREZ FUENTES, Juan Carlos (compilación y edición), Ética periodística.
Principios, códigos deontológicos y normas complementarias
. Servicio Editorial de la Universidad del país Vasco.
PIÑEYRO, Enrique (2010). El Rati Horror Show [obra cinematográfica]. Argentina: Aquafilms.
SÁDABA, Javier (2004). La ética contada con sencillez. Madrid, España: MAEVA.
SORIN, Carlos (2005). El bebé de Los Perales [obra cinematográfica]. Argentina: Telefé Internacional.
VAZ FERREIRA, Carlos (1963). Lógica Viva. Montevideo, Uruguay: Edición de Homenaje de la Cámara de Representantes.

Fuente: “La verdad como camino” de Rodrigo Misa, en Letras Internacionales, Núm. 135-5 (2011). Publicación elaborada por la coordinación académica de la Licenciatura en Estudios Internacionales de Universidad ORT Uruguay y editada por el Prof. Javier Bonilla Saus. Artículo publicado el 1/9/2011.
https://revistas.ort.edu.uy/letras-internacionales/article/view/899

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CINE PARA ENTENDER EL MUNDO (III)
Agustín Courtoisie

Una cosa no quita la otra. Leer libros no ahorra ver películas. Ni ver películas dispensa de leer libros. Pero pudiendo introducirnos en los sutiles detalles de una realidad nueva para nosotros, parecería que en cada momento, lo mejor, es apelar al recurso que más elementos nos transmita y en menos tiempo. 

Los estudios internacionales, por su propia naturaleza, requieren más que ningún otro campo de investigación esa doble estrategia, que supone afirmarse en lo ya consolidado y al mismo tiempo, permanecer abiertos a lo nuevo, a lo cambiante. A veces ese rol lo cumplirá el libro: convengamos que hay cosas que no se pueden entender en poco tiempo. Y en otras, el cine será la mejor alternativa. 

Después de todo, un acceso integral, emotivo y racional a la vez, a determinada problemática –que insume menos de dos horas– no parece un recurso desdeñable.  

Esa ha sido la línea de argumentación, en esquema, que hemos seguido en nuestros anteriores artículos sobre “Cine para entender el mundo”, primera serie que hoy culminamos –lo cual no impedirá que en el futuro profundicemos en nuestra tesis acerca del cine como arma de conocimiento–.

Hoy nos vamos a referir al film de José Padilha, Tropa de élite, la taquillera y polémica película estrenada en Brasil a fines del año pasado.

En una entrevista de Vera von Kreutzbruck, publicada en El País Cultural (18/7/08), el director afirma que “en Brasil los narcotraficantes controlan las favelas y se pelean entre ellos para mantener el control de los territorios. Y la policía de Río, que tiene empleados mal entrenados y con sueldos bajos, en lugar de luchar contra ellos les vende armas para que se maten entre sí. Es una institución corrupta que se rige por sus propias leyes”.

Precisamente, la película muestra una densa trama de conflictos, con recursos similares a los del género documental. Narcotraficantes, policías especializados aludidos por el título del film, policías comunes, militantes de ONGs, estudiantes universitarios y personas de todos los sectores sociales, son presentados de manera harto verosímil en Tropa de élite. La riqueza mayor del film consiste en mostrar los puntos de vista contradictorios de cada uno de los actores sociales en escena. 

Por ejemplo, un policía, que también es estudiante universitario, discute sobre Michel Foucault en una clase ante sus sorprendidos compañeros, defendiendo su perspectiva acerca de la necesidad de la fuerza  para combatir el crimen. En otra escena, un capitán del Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE), irrumpe en una favela y mata a un narcotraficante.  Luego obliga a  un estudiante, que junto a otros compañeros acudía allí a comprar droga,  a hundir su rostro en el pecho sangrante del delincuente, preguntándole quién lo mató. Cuando el estudiante responde que el autor fue un miembro del BOPE, la respuesta del capitán no se hace esperar: los acusa a los estudiantes del crimen, por consumir droga y mantener el círculo vicioso.

La policía tortura, los narcotraficantes ejecutan sus crueles represalias, y todo hace pensar que la violencia responde a institucionalidades o estructuras perversas, que nadie ideó voluntariamente, pero que ya nadie puede desmontar.  Sin embargo Tropa de elite rehúye todo el tiempo lo panfletario. Repare el lector, para comprender la no linealidad del film y su rigor constante, el coraje inusual de Padilha para evadir las teorías simplistas: “En casi toda Latinoamérica existe la creencia de que la violencia es el resultado de la miseria. En otras palabras, si hay mucha pobreza, habrá mucha violencia. Pero si uno mira las estadísticas de las Naciones Unidas, descubre que hay ciudades con mucha pobreza, como Lima o Bombay, y sin embargo tienen menos violencia y menos homicidios que en Río de Janeiro. Esto quiere decir que no hay una correlación directa entra la violencia y la miseria, que es lo que la mayoría de la gente piensa”.

Y luego agrega, por ejemplo, para descartar el fácil expediente de culpar a tal o cual sector político: “En una ciudad en donde hay tantos grupos diferentes que no se pueden comunicar entre sí existe la hipocresía, especialmente en la clase media y alta. Debemos comprender que la violencia es algo natural en Río y que es el resultado esperado debido a lo que nos estamos haciendo a nosotros mismos. Esto no es una consecuencia de un proceso político. Ya hemos tenido un gobernador comunista, luego uno de derecha, ahora uno del centro y siempre hubo violencia”.

Un pasaje particularmente interesante de las declaraciones del cineasta, sobreviene cuando le piden que responda a la acusación de que su film es “fascista”: “Hay que ser muy ignorante para decir que la película es fascista. Los que dicen eso no saben lo que es el fascismo. El fascismo es un partido político organizado con una agenda política para todo el país, que intenta controlar el Estado, los medios de comunicación y el sistema educativo. Los del BOPE no tienen ningún interés político ni son regidos por una agenda política. Esa declaración no tiene ningún sentido, es pura estupidez decir eso”.

En suma, Tropa de elite permite acceder a un conjunto de realidades que no pueden ser comprendidas a partir de los esquemas sociológicos y políticos al uso. La droga y los verdaderos ejércitos  montados en torno de ella, la peligrosa pero en parte inevitable autonomía de los encargados en reprimir la delincuencia, el frecuente pecado de omisión de las autoridades y de buena parte de los sectores medios y altos de la sociedad, son apenas algunos de los elementos de una problemática que quizás pueda ser abordada con mejores chances después de ver el film.

No en vano el uruguayo Álvaro Buela, a continuación de la entrevista de José Padilha, ha explicado que “hay un deber-ser del cine latinoamericano en el imaginario global (miserabilista, quejoso, pintoresquista), y cualquier exponente que lo desborde o lo desafíe se somete a un mecanismo de control que, aunque no lo destruya, lo encierra y lo reduce a un par de adjetivos”.

A su juicio, Tropa de élite desconcierta por su calidad, que se desmarca de esos lugares comunes. Si faltaban motivos para recomendarla, podemos finalizar con las palabras del cineasta y periodista cultural uruguayo: “No solamente la película no es un "alegato" ni, mucho menos, "fascista", sino que se opone al fácil recurso de apretar la realidad entre las cuatro paredes de la ideología, ubicando al espectador en la piel del problema: una ciudad (Río de Janeiro) fuera de órbita, incluso fuera de la entidad republicana llamada Brasil, en la que se ha instalado un funcionamiento medieval. Como José Padilha es, ante todo, un documentalista, sabe que la moral de la historia surge de la mirada y de la interrelación de fuerzas que establecen las imágenes”.


Fuente: “Cine para entender el mundo (III)” de Agustín Courtoisie, en Letras Internacionales, Núm. 31-2 (2008. Publicación elaborada por la coordinación académica de la Licenciatura en Estudios Internacionales de Universidad ORT Uruguay y editada por el Prof. Javier Bonilla Saus. Artículo publicado el 24/07/2008. https://revistas.ort.edu.uy/letras-internacionales/article/view/2327

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ENCUENTROS CINÉ-FILOS

En estas semanas actualizaremos en más de un oportunidad esta edición de setiembre de Filosofismas para agregar nuevos materiales y resúmenes de este taller gratuito de todos los martes del año en la sede de la Asociación Civil “Africanía”. 

Las tareas pedidas en el último encuentro consistieron en lo siguiente.

A) En cuanto a la versión de William Friedkin de Doce hombres en pugna (1997), explicitar lo que aún no dijimos y deberíamos haber dicho en clase (sea a partir de la identificación tradicional de falacias, de la ética de la argumentación, o de textos como el de Christopher Falzon y La filosofía va al cine).

B) Una segunda consigna refiere a “El momento de Waldo” (primera temporada de Black Mirror).

¿Por qué es un ejemplo sistemático de ignoratio elenchi?

¿Qué otra falacia comete Waldo o qué regla de la argumentación infringe Waldo (o quienes mueven sus hilos) si tomamos en cuenta autores como Da Silveira o Carl Sagan?

C) El episodio de la serie Escépticos  “¿Fuimos a la Luna?”, fue visto en el contexto del manejo de las evidencias y sus dificultades cuando el asunto es de carácter científico o especializado. Esta última consigna pide identificar a criterio personal cuáles son los dos mejores argumentos del documental y cuáles los dos peores (o no tan felices).

Consignamos aquí el link a la serie española “Escépticos”, episodio “¿Fuimos a la luna?” https://www.youtube.com/watch?v=v2Pr66wuUCM






RESPUESTAS  A CONSIGNAS DE CINÉ-FILOS
(Actualización del blog: 12/09/2017)

Varios de los asistentes a los encuentros proporcionaron distintas reflexiones sobre las tres consignas planteadas líneas arriba. Por ahora compartimos un grupo de respuestas redactadas por Eugenia González Presto porque se ajustan un poco más a lo esperado (esquema concepto-ejemplo).

Agradecemos a Eugenia su aporte y en especial su capacidad de síntesis.  Naturalmente, éste es un grupo de respuestas posibles a las consignas, podría haber otro pero con esto tenemos suficiente para consignar un botón de muestra del esfuerzo realizado sobre temas de argumentación.

A) Doce hombres en pugna": lo que aún no dijimos y deberíamos haber dicho en clase.
En Doce hombre en pugna quedan claramente de manifiesto los principios acerca de la ética de la argumentación explicados por Pablo Da Silveira en Cómo ganar discusiones (o al menos cómo evitar perderlas). Una introducción a la teoría de la argumentación (editorial Taurus, 2004, Buenos Aires).

1.      Principio de reconocimiento de lo explícito: se manifiesta por ejemplo, al no considerar malas intenciones del testigo con miopía, simplemente debatir por qué los hechos no pudieron haber sucedido tal cómo lo atestiguó.
2.      Principio de caridad interpretativa: el arquitecto, interpretado por Jack Lemmon, contesta siempre a la mejor versión de los argumentos de sus oponentes, utilizando la lógica y la evidencia empírica. 
3.      Principio de parsimonia: especialmente observado en el personaje de Jack Lemmon (quien es el que vota “not guilty” por tener dudas razonables y querer meditar/discutir el asunto sin tomar partido enseguida), también puede encontrarse en el personaje interpretado por Hume Cronyn (quien cambia su voto para poder continuar con el debate).
4.      Principio de respeto por la realidad: este principio no es observado por varios de quienes votan por la culpabilidad del joven acusado. Esto se pone de manifiesto, por ejemplo, cuando deciden ignorar la existencia de navajas iguales a la utilizada para el crimen.
5.      Principio de despersonalización: este principio tampoco es observado por varios de quienes votan por la culpabilidad del joven. Por ejemplo, el personaje de George C. Scott continuamente duda de éste por su origen y situación de marginalidad/vulnerabilidad social.
6.      Principio de responsabilidad: el personaje de Jack Lemmon en todo momento observa este principio, buscando crear y mejorar el clima de la discusión.

B)El momento de Waldo” (Black Mirror). ¿Por qué es un ejemplo de ignoratio elenchi? ¿Qué otra falacia comete Waldo o qué regla infringe según Da Silveira y/o Sagan)?

Es un ejemplo de ignoratio elenchi porque Waldo elude las preguntas que se le realizan y contesta desviando la atención a otro tema que nada tiene que ver con la cuestión del momento (ej. intención política de una de las candidatas), mediante la burla, ataque a la figura del oponente, utilización de un lenguaje grosero y obsceno.

Waldo también comete la falacia ad hominem, a través del ataque a sus oponentes con el fin de desacreditar lo que dicen. Infringe, en particular, el Principio de responsabilidad según Pablo Da Silveira.

Nota del docente: Podría considerarse también un extendido ejemplo de lo que Carl Sagan denomina “Hombre de paja: caricaturizar una postura para facilitar el ataque” (Sagan, 2005, pág. 238)

C)  Programa Escépticos:“¿Fuimos a la Luna”. Este documental fue visto en el contexto de manejo de evidencias y sus dificultades cuando el asunto es técnico. Elige según tu criterio los dos mejores argumentos y los dos peores o no tan felices.

A mi entender, los dos mejores argumentos son el dado por la Catedrática en Historia Contemporánea (en cuanto a que la ex URSS hubiera sido la primera en denunciar el fraude si así lo considerara) y los experimentos/evidencias que rebaten algunas de los temas puestos en cuestionamiento  (ej. sombras no paralelas, estrellas que no se ven, bandera que ondea); mientras que los dos peores considero lo constituyen: a) el estudiante que dice que hasta que no vaya él mismo a la Luna y tome una piedra no creerá que el hombre llegó allí; b) el considerar el golpe de Aldrin como justificación de que fue a la Luna. 

Eugenia González Presto