jueves, 27 de abril de 2017

UN SIGLO SIN RODÓ

UN IDEALISMO TOLERANTE / EL LATINOAMERICANISMO RODONIANO / 100 AÑOS DE MOTIVOS DE PROTEO: LO ESPIRITUAL Y LO POLÍTICO (1909-2009) / COLOQUIO "JOSÉ ENRIQUE RODÓ: CIEN AÑOS DE SU DESAPARICIÓN FÍSICA" (1917-2017)







Un idealismo tolerante

El próximo 1ero. de mayo se cumple un siglo de la desaparición física del uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917), ensayista, político, pensador influyente a lo largo de varias generaciones a través de libros como Ariel (1900) o Motivos de Proteo (1909).

Quienes lo juzgan envejecido a partir de ciertos comentarios acerca de los bronces y los mármoles de su prosa, deberían visitar el libro que le diera mayor fama, Ariel, o bien la austeridad expresiva de Liberalismo y jacobinismo (1906). Puede que en otras de sus obras el lenguaje pueda convertirse al principio en un obstáculo -a mí me ha ocurrido, lo reconozco-. Pero eso ocurre solo al comienzo, como con tantos grandes autores. Estoy seguro que toda prevención se desarticulará al considerar con el respeto que merece su Actuación parlamentaria compilada por Jorge Silva Cencio y publicada en Montevideo 1972, en un magnífico volumen de 984 páginas. He aquí la ficha completa:

RODÓ, José Enrique (1972). Actuación parlamentaria. Recopilación, introducción y notas por el doctor Jorge A. Silva Cencio. Homenaje en el Centenario del Nacimiento de Rodó (1871-1971). Cámara de Senadores. Montevideo. Versión digital completa: https://biblioteca.parlamento.gub.uy/File/biblioteca/ActuacionParlamentariaRodo.pdf

Políticos e intelectuales que poco dicen en su lenguaje gris y convencional, en los intervalos en que abandonan el espíritu de conducirse por esquemas mentales y palabras-pedrada lanzadas contra el adversario; jerarcas públicos y gerentes privados que solo atinan  a ver la vida en sociedad  como un reflejo mecánico de móviles necesarios pero insuficientes de motivación material; todos ellos deberían nutrirse de las reflexiones de Rodó, el político, y de la sencilla sutileza con la que explicaba un heterogéneo conjunto de difíciles cuestiones políticas en un país cuyo parlamento debatía en medio de guerras fratricidas.

Es que se cumple un siglo de la desaparición física de Rodó pero, en un sentido más profundo, el siglo XX y hasta ahora lo que va del siglo XXI, han sido, o son, siglos sin Rodó, es decir, sin el idealismo abierto y tolerante, el idealismo incluyente de Rodó, actitud imprescindible que se necesita para vivir la vida con dignidad.  Ojalá que el presente no sea, al menos en el Uruguay, otro siglo sin Rodó.

Como una señal esperanzadora, en la Sala Maggiolo de la Universidad de la República, los días 3 y 4 de mayo de 2017, se realiza el Coloquio: José Enrique Rodó a cien años de su desaparición física. Lo organizan la Universidad de la República y la  Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. La apertura estará a cargo del Rector Roberto Markarian y del Decano Álvaro Rico.  Habrá una conferencia central a cargo de Hugo Achugar. Y en lo personal me honra integrar una de las mesas junto a Adolfo Garcé, Mauricio Langon, Ana María Rodríguez y Carlos Demasi,

Más abajo se brindan todos los detalles de esta imperdible actividad. También comparto para esta edición de abril de Filosofismas un fragmento del programa El LadOculto en la TV, sobre el latinoamericanismo rodoniano, y un artículo que fuera portada de El País Cultural, cuando los 100 años de Motivos de Proteo.

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Actualización del 17 de mayo. Audio completo  de la intervención de Agustín Courtoisie y Pablo Melogno en el programa "Por amor al arte" conducido por Malena Rodríguez  y Jaime Clara en Nuevo Siglo TV (grabado el 9 de mayo y emitido a partir del 11 de mayo de 2017).





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Actualización de julio de 2017. El artículo "100 años de José Enrique Rodó. Para ciudadanos jóvenes de todas las edades", fue publicado en la edición digital del suplemento El País Cultural (Montevideo) con esta nota:

El artículo que aquí se reproduce es una desgrabación de la intervención del Profesor Agustín Courtoisie en una mesa redonda con motivo del coloquio “José Enrique Rodó: a cien años de su desaparición física”, organizado por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y la Universidad de la República el 3 y 4 de mayo de 2017 en Montevideo, en la Sala Maggiolo de la Udelar. Courtoisie es escritor, periodista, docente e investigador. Participó de la mesa redonda con esta ponencia titulada “Un siglo sin Rodó, una lectura política”. Compartió la mesa con Adolfo Garcé, Mauricio Langon y Ana María Rodríguez. Actuó como moderador Carlos Demasi.

 http://www.elpais.com.uy/cultural/ciudadanos-jovenes-todas-edades-jose-enrique-rodo.html

http://www.elpais.com.uy/cultural/ciudadanos-jovenes-todas-edades-jose-enrique-rodo.html



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A continuación transcribimos el artículo “100 años de Motivos de Proteo de Rodó. Lo espiritual y lo político”. Portada en El País Cultural, el 11 de setiembre de 2009. http://historico.elpais.com.uy/Suple/Cultural/09/09/11/cultural_440547.asp


100 años de "Motivos de Proteo" de Rodó
LO ESPIRITUAL Y LO POLÍTICO

Agustín Courtoisie


SE HA DICHO que la obra de José Enrique Rodó es como el Palacio Legislativo. "Solemne, mayestática, suntuosa, casi siempre fría. Todo el mundo sabe que allí está, pero la inmensa mayoría sólo la conoce por fuera". La ocurrencia que Carlos Real de Azúa en "El problema de la valoración de Rodó" atribuye a un "afable amigo", bien puede oficiar de introducción al drama de un hombre y su pensamiento.

Las ambigüedades de su figura se complican aún más por su triple condición de "artista, meditador y profeta". La cuestión de su vigencia en el Uruguay y en el mundo, tanto como las estrategias involucradas en posibles nuevas lecturas de la obra, requieren de algún conocimiento detallado de su vida. También de la identificación de ciertas claves cuyo dominio permita superar el fuerte impacto retórico que aleja al lector contemporáneo, por lo menos ante alguna de sus obras más transitadas.

Sufrir en silencio. Nacido en Montevideo en 1871, de madre uruguaya y padre español, aprendió a leer a los cuatro años. Ingresó al "Elbio Fernández", aunque las dificultades económicas de su familia pronto lo obligaron a cambiarse a la enseñanza estatal y más tarde lo condujeron a diversos empleos subalternos. No llegó a culminar el bachillerato, pero eso no le impidió colaborar hacia 1894 con "Montevideo noticioso", y fundar al año siguiente la Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales, junto a Víctor Pérez Petit y Daniel y Carlos Martínez Vigil.

En 1900 publica Ariel. Su militancia en grupos juveniles del Partido Colorado le permite por primera vez ser electo como diputado por Montevideo (1902-1905). Según Roberto Ibáñez, 1905 y 1906 "fueron en la vida de Rodó los años de mayor tristeza, turbados por una crisis que jalona, como un relámpago, la idea de suicidio". Todo tiene su explicación y esa crisis también. Pero no había sido la primera, porque desde su infancia había padecido de depresiones periódicas que lo acompañarían de por vida. Los nudos afectivos no pueden agotarse en una breve enumeración, pero es seguro que pasaban por su perfeccionismo, por las dificultades de seguir su vocación pese a la situación familiar, especialmente después de la muerte de su padre, y "el primer amor, un amor desgraciado, que le inspiró Luisa Gurméndez, cuya imagen lo acompañó hasta los días de la madurez". Sin embargo, la angustia de aquellos años se origina en una aventura económica poco conocida.

El comentario de Ibáñez no puede ser más esclarecedor: "Rodó, hombre de buena fe y hasta de inerme ingenuidad, fue engañado y estafado por tres sujetos a quienes había conocido en el ámbito de la política menor". Ocurre que "el escritor se arriesgó en unas operaciones bursátiles, tentado de la posibilidad de recobrar lo que uno de aquellos sujetos le adeudaba y con la esperanza, también, de asegurarse de una situación que le permitiera atenerse exclusivamente a su obra". Perdió todo lo que poseía; de pronto se encontró en "la pobreza más desesperada, cercado por un coro sórdido y puntual de usureros", y durante muchos años trabajó para responder a esas obligaciones. Por su orgullo pudoroso, se tragó las lágrimas y no lo confesó ante sus familiares ni ante sus amigos.

En 1906 polemiza con el doctor Pedro Díaz, con mucha erudición en los argumentos de ambas partes, por el retiro de los crucifijos de los hospitales. Si bien Rodó no era cristiano, en sentido religioso, era partidario de que los crucifijos permanecieran: "¿En qué consiste que la caridad deba llevar el sello de Jesús y no el sello de Moisés o Isaías? En que la Ley y los profetas predicaban para su pueblo y Jesús predicaba para la humanidad". Según Rodó, que se declaraba ajeno a toda vinculación religiosa, las parábolas de Jesús minaban "las bases de la caridad fundada sólo en la coparticipación de la fe". Para el Uruguay de entonces era difícil digerir a un librepensador que seguía sintiéndose tal, pero veía un peligro jacobino en la medida de retirar los crucifijos. El resultado de esa confrontación se publicó en forma de libro y se tituló Liberalismo y Jacobinismo (1906). Un buen comienzo, por la sencillez del estilo, para lectores que teman la densidad de referencias culturales y la escritura que le dio fama.

A partir de 1907, trabaja como corresponsal para La Nación de Buenos Aires. Vuelve a ser elegido Representante Nacional (1908-1911). En 1909 publica sus Motivos de Proteo, una obra llena de la misma plasticidad que sugieren su título y su autor. Allí se ocupa de la vocación, de las transiciones de la identidad y la voluntad, y de explicar su lema "reformarse es vivir". En 1910 concurre con Zorrilla de San Martín a las celebraciones del Centenario de la Independencia de Chile. En 1911 ingresa al Diario del Plata, y asume su tercer período parlamentario (1911-1914).

Rompe con el círculo de José Batlle y Ordóñez, entre otras cosas por su definición anticolegialista, lo cual tiene sus consecuencias políticas: Rodó es excluido de la delegación diplomática al centenario de las Cortes de Cádiz (1912). En 1914 colabora para El Telégrafo. A partir de 1916, el resto es mucho más conocido: su rechazo al ofrecimiento de una Cátedra de Conferencias, la corresponsalía en Europa de Caras y caretas y Plus Ultra (Buenos Aires), su viaje sin retorno en una recorrida que pasó por Río de Janeiro, Lisboa, Barcelona, Marsella, Génova, Milán, Florencia, Roma, Nápoles. Su muerte ocurre el primero de mayo de 1917 en Palermo (Sicilia). En 1920 se decide la repatriación de sus restos y se realizan grandes homenajes.

Liberal pero no jacobino. Precisamente, sus dos obras más conocidas, Ariel (1900) y Motivos de Proteo (1909) expresan las dos puntas de su ideario. En la primera, la tensión entre la idealidad representada por Ariel y la materialidad asociada a Calibán, ambos personajes de La tempestad de Shakespeare, pero modificados por Rodó para sus íntimos propósitos, plantea la necesidad de un retorno a las raíces grecolatinas de las naciones hispanoamericanas. También el reconocimiento orgulloso de la propia identidad, harto diferente a la de los pueblos anglosajones, en particular a la de los Estados Unidos.

Pensarse colectivamente en términos propios y no a partir de miradas ajenas, llamar a la juventud de América mediante una suerte de "sermón laico" para convocarla a una tarea algo imprecisa pero igualmente fascinante, implica una gran empresa que amplía nueve años más tarde con una invitación de corte más individual, pero complementaria. De eso trata Motivos de Proteo: poner en foco el problema de la "vocación", y la transformación deliberada de cada vida a lo largo del tiempo. "Cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos". Al igual que el mítico Proteo, que cuidaba del rebaño de focas de Poseidón, Rodó parece explorar en sí mismo el don de la profecía ("prospectiva" se diría hoy, para no introducir un halo esotérico ajeno al autor). Pero a diferencia de Proteo, Rodó no "era avaro en su saber" o "esquivo a las consultas". En sus palabras: "Proteo recurre a la misteriosa virtud con que desorientaba a aquellos que le sorprendían. Ya se trocaba en fiero león, ya en ondulante y escamosa serpiente; ya, convertido en fuego, se alzaba como trémula llama; ahora era el árbol que levanta hasta la vecindad del cielo su cerviz, ahora el arroyo que suelta en rápida corriente sus ondas. Siempre inasible, siempre nuevo, recorría la infinitud de las apariencias sin fijar su esencia sutilísima en ninguna. Y por esta plasticidad infinita, siendo divinidad del mar, personificaba uno de los aspectos del mar: era la ola multiforme, huraña, incapaz de concreción ni reposo; la ola, que ya se rebela, ya acaricia; que unas veces arrulla, otras atruena…".

Jorge Liberati, en "José Enrique Rodó. De la convicción a la conversión: una clave de pensamiento en su obra", resume esa vida llena de cambios, de autoexigencias, de pudores, de principismos, esa vida proteica, en suma, en estos términos: "Rodó era un hombre sencillo, aunque de antecedentes patricios, retraído, tal vez tímido, tal vez desamorado, desmañado, en fin, propenso a la aflicción. Este perfil se aviene con el del pensador agnóstico, idealista (en el sentido de los ideales), aliado del empirismo, de la ciencia y del evolucionismo; se corresponde también con el predicador moralista y con el americanista desconfiado, censor y celador de la cultura. Su figura indiferente, irresoluta y flácida era el polo opuesto de su interior fogoso, seguro y esculpido en piedra".

La noble construcción del sí mismo, a la que convoca en Motivos de Proteo, no es una tarea ajena al momento histórico. Sería de extrañar que el hombre que había escrito Ariel rebajara la altura de su prédica, o perdiera su horizonte cultural, para metamorfosearse en un individualista sin compromisos sociales. En las palabras de Liberati: "Fue un hombre firme en sus ideas y en la orientación que deseaba imprimir a su tarea. Este es un rasgo de su personalidad, que puede descubrirse igualmente en otros intelectuales del novecientos. Se había convertido al orden de las ideas que mal o bien mantuvo y que, al mismo tiempo, intentó refrescar, renovar y adentrar en su época. Lo más difícil es tener un pensamiento ajustado al momento que se vive". Esa fortaleza interior y esa preocupación por encender en otros esas ideas a través de una prédica constante, llevó a Rodó a exponer su idea de liberalismo y de pensamiento libre en Liberalismo y jacobinismo (1906, ver recuadro).

Una carta reveladora. Algunas citas adicionales de Motivos de Proteo permitirán alejar la sospecha de que se trataba de una suerte de manual de "autoayuda" escrito con el estilo del 900. Muy por el contrario, pese a las acusaciones de "pesimista burgués", "aristócrata" y tantos otros términos que se le endilgaron por esa y otras obras a Rodó y que reflejan profundos malentendidos, existen sólidos fundamentos para establecer su condición de pensador de avanzada, comprometido con los destinos de los más desamparados. Por ejemplo, en el capítulo CLV Rodó sostiene que "cambian los pueblos mientras viven; mudan, si no de ideal definitivo, de finalidad inmediata; pruébanse en lides nuevas; y estos cambios no amenguan e1 sello original, razón de su ser, cuando sólo significan una modificación de1 ritmo o estructura de su personalidad por elementos de su propia sustancia que se combinan de otro modo, o que por primera vez se hacen conscientes".

El clima algo enrarecido u oscuro de esas líneas cede paso a otros párrafos, gradualmente más luminosos, como para no dejar lugar a dudas: "Lo mismo que pasa en cada uno de nosotros, nunca ese orden es tal que vuelva inútiles los tránsitos violentos y los bruscos escapes del tedio y la pasión. Cuando el tiempo es remiso en el cumplimiento de su obra; cuando la inercia de lo pasado detuvo el alma largamente en la incertidumbre o el sueño, fuerza es que un arranque impetuoso rescate el término perdido, y que se alce y centellee en los aires el hacha capaz de abatir en un momento lo que erigieron luengos años. Esta es la heroica eficacia de la revolución, bélica enviada de Proteo a la casa de los indolentes y al encierro de los oprimidos". La fábula de Proteo, una y otra vez, encierra al mismo tiempo un sentido espiritual y político, un proceso de cambio personal y uno colectivo.

En esa misma línea, en su artículo "El maestro de la juventud de América", Eugenio Petit Muñoz interpreta aquellos pasajes de un modo audaz: "Siendo inequívoca, pues, la existencia de un credo pacífico y otro credo violento de la liberación de los oprimidos en el pensamiento de Rodó (ley fundamental el primero, eventual excepción el último), ha de interpretarse en esta forma su filosofía de la redención humana: la educación de las masas, la difusión de la cultura, la verdadera democracia, operarán la redención por el amor; pero, cuando el empecinamiento de la intolerancia, de la incomprensión, no quiera dejar lugar para el amor, la redención ha de lograrse por la revolución". Por algún motivo, al igual que su drama amoroso con Luisa, o al igual que la explotación padecida frente al "coro sórdido y puntual de usureros", Rodó no explicitó con claridad y en forma pública -o no todo lo que habría sido necesario- esa especie de ira sagrada (íntima) que se le encendía ante el destino de los más desposeídos.

Por eso impresiona como un documento excepcional la carta que cita Petit Muñoz en el texto mencionado. Fechada en 1910, Rodó la dirige nada menos que al libertario Rafael Barrett: "Una de las impresiones en que yo podría concretar los ecos de simpatía que la lectura de sus crónicas despierta a cada paso en mi espíritu, es la de que, en nuestro tiempo, aun aquellos que no somos socialistas, ni anarquistas, ni nada de eso, en la esfera de la acción ni en la de la doctrina, llevamos dentro del alma un fondo, más o menos consciente, de protesta, de descontento, de inadaptación, contra tanta injusticia brutal, contra tanta hipócrita mentira, contra tanta vulgaridad entronizada y odiosa, como tiene entretejidos en su urdimbre este orden social transmitido al siglo que comienza, por el siglo del advenimiento burgués y de la democracia utilitaria".

Secretos del que se va. El editor español Vicente Clavel, en el prólogo a una edición de Nuevos Motivos de Proteo (editorial Cervantes, Barcelona, 1927) recuerda que si bien conoció personalmente a Rodó, prefiere por su elocuencia el testimonio de Gustavo Gallinal: "Era Rodó más bien esquivo y apartadizo. A falta de exterioridades brillantes y seductoras poseía para vincular a su persona el afecto y el respeto, un fondo claro de bondad caballeresca… Nos despedimos. Cierro ahora los ojos y aun me parece verlo que se aleja, con su pesada marcha. Veo su alta y desgarbada silueta: ceñido el cuerpo por un chaquet, los brazos abandonados, con las manos hacia atrás, rígidas, en un gesto muy suyo; la cabeza hundida entre los hombros, los lentes muy bajos, la mirada abstraída y como ausente de las cosas…".

Muchos elementos aporta ese texto preliminar. Por ejemplo, cuando refiere a las ansias de Rodó de no ser meramente un teorizante, de "hacer un ágora de cada plaza" y "ejercer un apostolado intelectual para elevar la condición moral e intelectual de los ciudadanos", sin perder por ello de vista cierto mínimo de condiciones materiales que ofrezca una base para edificar la espiritualidad que las trascenderá. No tiene desperdicio la referencia a una carta escrita con inusual crudeza a propósito de la guerra de 1904, "en la que flagela a este pueblo de Montevideo" entregado a unos festejos por la paz que parecían insultar "tanto dolor inmerecido y tanta desgracia irreparable". Rodó parecía arrojarles al rostro "la risa burda de las francachelas populares, desatada por la calle como en noche de carnaval".

Vicente Clavel entra a saco en las doloridas memorias de Gallinal. Y cuenta que trece años más tarde, dominado por el "mal de patria", Rodó llega a Palermo. Hotel des Palmes, 3 de abril de 1917. Se viste todos los días con la misma prenda. Un raído chaquet de forro descosido y deshilachado. Las botas salpicadas de lodo. En la habitación 215, "cambiaba las palabras más indispensables con la camarera". Se alimentaba con sobriedad. Otro testigo, Julián Nogueira, informa: "el completo descuido de su persona, con la barba crecida, lleno de manchas, cubierto de polvo que jamás sacudía, hacía pensar en un avaro que, por error, hubiera ido a parar al mejor alojamiento de Palermo".
Quien había emprendido tantas veces "la gesta de la forma", y quien había recibido reparos por su esteticismo, no ordena un solo baño durante toda su estancia. "Se mostraba tan ajeno a la higiene que los dueños estuvieron a punto de solicitarle la habitación". Sin embargo, todos podían percibir que bajo aquel desaliño, "por el aire señorial que prestigiaba su figura humana y pasajera, había en toda ella, un sello de una noble dignidad".

La mañana del 28 de abril, la criada le lleva el desayuno. Confiesa, por una vez, que se siente mal. Pide que abran las ventanas de la habitación, que da al jardín. Hasta el otro día no cambia una palabra con nadie. Todos saben que sufre, pero él no habla de ello. Igual que de Luisa, de los usureros, de su periódica tristeza. Le dan remedios caseros. Pide un médico a las siete de la tarde. Cuando llega, encuentra al enfermo presa de agudos dolores. Su estado es gravísimo y el médico decide internarlo en un hospital. Una mujer "conmovida y atraída piadosamente al lecho del escritor", coloca en sus manos una bolsa de agua caliente, como si eso atenuara la tortura. Pero no es Luisa, es la princesa Bancina de Palermo.

El 30 de abril, a la una de la madrugada, es conducido al hospital San Severio. La oscuridad de la noche es profunda, por las medidas de seguridad impuestas por la guerra. Quienes lo acompañaron dieron testimonio de sus terribles padecimientos. Al llegar al hospital, el médico que lo recibe no puede interrogarlo. Está en coma. Diagnóstico: "tifus abdominal y nefritis". Fallece el 1º de mayo de 1917, a las diez de la mañana, "sin más amor alrededor de su lecho de agonía, que la caridad helada que irradia la frialdad de una sala de hospicio". De haber podido recordar sus propias palabras sobre los símbolos de la caridad, palabras de una discusión sostenida hacía ya una eternidad de once años, podría haber sonreído.

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Fragmento del programa El LadOculto, Canal 20, conducido por Gerardo Sotelo, dedicado a José E. Rodó, con la participación de Pablo Romero, Agustín Courtoisie, Romeo Pérez, Daniel Mazzone y Malena Rodríguez. 


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 ÉSTE ES EL LIBERALISMO
José Enrique Rodó

 

MUY POCOS son los que se encuentran en el partido, escuela o comunión de ideas a que pertenecen, por examen propio y maduro, por elección de veras consciente, y no por influencias recibidas de la tradición, del ambiente o de la superioridad ajena. Si sugestionados son la mayor parte de los que llevan cirios en las procesiones, sugestionados son la mayor parte de los que se burlan de ellos desde el balcón o la esquina. ¿Qué será necesario para aumentar el número, forzosamente reducido aún, de los que pueden llamarse librepensadores? Tratar de aumentar el número de los hombres capaces de examinar por sí mismos antes de adoptar una idea, antes de afiliarse en una colectividad, antes de agregarse a la manifestación que ven pasar por la calle, antes de prenderse la divisa que ven lucir en el pecho del padre, del hermano o del amigo.

Y como esta capacidad depende de los elementos que proporciona la cultura y el recto ejercicio del criterio, se sigue que la tarea esencial para los fines del pensamiento libre es educar, es extender y mejorar la educación y la instrucción de las masas: por cuyo camino se llegará en lo porvenir, si no a formar una mayoría de librepensadores en la plena acepción de este concepto, por lo menos a asegurar en la mayor parte de los hombres una relativa libertad de pensar.

Éste es el liberalismo, para quien atienda a la esencia de las cosas y de las ideas; éste es el pensamiento libre, que, como se ve, abarca mucho más e implica algo mucho más alto que una simple obsesión antirreligiosa; y el procedimiento con que puede tenderse eficientemente a su triunfo es, lo repito, el de la educación atinada y metódica, perseverante y segura, que nada tiene que ver con organizaciones sistemáticas conducentes a sustituir un fanatismo con otro fanatismo; la autoridad irracional de un dogma con la autoridad irracional de una sugestión de prejuicios; el amor ciego de una fe con el odio ciego de una incredulidad.

(Liberalismo y jacobinismo, Imprenta "El Siglo Ilustrado", Montevideo, 1906, págs. 82 y 83).

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OBRAS DE RODÓ

1896-1899. La vida nueva. "El que vendrá" (1896-97). "La novela nueva" (1897). "Ruben Darío. Su personalidad literaria, su última obra" (1899).
1900. Ariel.
1906. Liberalismo y jacobinismo (polémica con el doctor Pedro Díaz sobre el retiro de los crucifijos de los hospitales).
1909. Motivos de Proteo.
1913. El Mirador de Próspero.
1915. Cinco ensayos (publicación española de algunos de sus trabajos anteriores).

Después de su muerte se publicaron Epistolario (París, 1921) y Los últimos motivos de Proteo (Montevideo, 1932). La editorial Cervantes fue la responsable del primer intento de reunir su obra completa en siete volúmenes (Valencia-Barcelona, 1917-1927) además de dar a conocer Nuevos motivos de Proteo (Barcelona, 1927) con prólogo de Vicente Clavel, de donde proceden ciertos detalles de los últimos días de la vida de Rodó mencionados al final de la nota de tapa.

Ediciones Antonio Zamora (Buenos Aires, 1943) reprodujo en un volumen los materiales de la editorial Cervantes y agregó otros textos procedentes de un intento de publicación oficial y textos dispersos recogidos por Alberto José Vaccaro. La editorial Aguilar (Madrid, 1957) publicó una edición de Obras completas recopiladas y prologadas por Emir Rodríguez Monegal.

Son muy importantes, para conocer su relevancia política, las casi mil páginas de José Enrique Rodó. Actuación parlamentaria (Montevideo, 1972) con recopilación, introducción y notas de Jorge A. Silva Cencio, como homenaje de la Cámara de Senadores del Uruguay, en el Centenario de su nacimiento (1871-1971).

Versión digital completa: https://biblioteca.parlamento.gub.uy/File/biblioteca/ActuacionParlamentariaRodo.pdf

En esas páginas diáfanas, las posturas políticas de Rodó se expresan de modo inequívoco. Fue colorado pero anticolegialista, opositor a Batlle y Ordoñez, tolerante, conmovido por las guerras civiles, y por ello defensor de la coparticipación y del reconocimiento de los derechos del adversario Partido Nacional. Las páginas 932 y 933 son elocuentes al respecto:

"Cuando se trata, Señor Presidente, de las actitudes del Partido Nacionalista con relación a la actualidad política, yo no admito que podamos mantener perpetuamente una actitud de encono, ni de desdén, ni siquiera una actitud de indiferencia. La democracia significa oposición dentro del orden, lucha dentro de la legalidad; y un solo partido político jamás podrá fundar por sí solo la vida democrática si no se reconoce solidario con los demás en el propósito fundamental de llegar a ese resultado" (28/6/1913).

De las publicaciones oficiales más recientes deben mencionarse las ediciones facsimilares de La vida nueva y Ariel, homenaje del MEC y el MRREE (Montevideo, 2000), prólogo de Abelardo García Viera y Daniel Pérez del Castillo; Martha Canfield y su "Persistencia del mensaje ariélico", edición de Ariel del MEC y la Biblioteca Nacional, al cuidado de Ana Inés Larre Borges y Elías Uriarte, Montevideo, 2000; y una cuidada edición de Ariel, homenaje de la UTU y del MRREE del Uruguay, con estudio preliminar de Daniel Mazzone, Montevideo, 2008.

Muy recomendable es la edición conjunta de Ariel y de Motivos de Proteo, publicada por la Biblioteca Ayacucho (Venezuela, 1976), con estudios preliminares de Carlos Real de Azúa. La versión completa, en formato PDF, puede descargarse gratuitamente de Internet, al igual que la edición de Ariel con estudio preliminar de Belén Castro.

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RODÓ Y SUS CRÍTICOS
Agustín Courtoisie

 

SEGÚN Washington Lockhart, hasta fines de los años sesenta podían distinguirse tres etapas en la valoración de José Enrique Rodó. La primera, de "exaltación superficial e inflamada", aunque tempranamente contrastada por las reticencias de Zum Felde. La segunda, de "críticas punzantes", algunas de ellas planteadas por ciertas figuras de otros países latinoamericanos como Luis A. Sánchez. La tercera, incluía "revisiones y puntualizaciones más sólidas y fundamentadas". Desde entonces y hasta el aniversario de los cien años de Motivos de Proteo, las percepciones del hombre de letras, pensador y político uruguayo, han combinado o hecho reaparecer de modo desparejo elementos de las tres etapas anteriores.

Lockhart registra en "Rodó y el arielismo" varias opiniones sorprendentes. Entre ellas la de Víctor Pérez Petit, quien compartiera junto a Rodó y los hermanos Martínez Vigil la dirección de la Revista Nacional de Literatura y Ciencia Sociales. Según Pérez Petit, la metafísica de Rodó no iba más allá de Comte y de Spencer.

Dardo Regules, por su parte, sostenía que el único legado de Rodó eran sus reflexiones sobre la vocación y la tolerancia. El aprista Luis A. Sánchez calificó el ideario del uruguayo como "un grueso contrabando de vacilaciones y oportunismos" y "un menosprecio lanzado a la democracia". Alberto Zum Felde tipifica al arielismo como una simple "norma de conciliación dialéctica", a Rodó como un diletante y a su obra más conocida, Ariel, como carente de "últimas razones y de un hondo sentido de la vida, siendo su profundidad sólo literaria". Alejandro Arias afirmó que a Rodó "la vida se le aparece como un juego armonioso de imágenes". Y Mario Benedetti sugirió que Rodó pertenecía al siglo XIX "con toda su alma y su calma", y propuso un entierro de primera clase para Rodó junto a muchos "ilustres e importantes valores muertos" del 900.

Un caso peculiar de incomprensión lo proporciona José Luis Romero, que creyó que cuando Rodó hablaba de "las hordas inevitables de la vulgaridad" se refería a indígenas y mestizos, cuando en realidad impugnaba la mediocridad de buena parte de las clases altas, tan hostiles a "las verdaderas superioridades" como al destino de los más humildes.

Sin embargo, el mismo autor, Lockhart, recuerda que otras figuras del ámbito nacional, más allá de eventuales reparos, fueron mucho más entusiastas. Es el caso, entre otros, de Emilio Oribe, Luis Gil Salguero, Emir Rodríguez Monegal, Carlos Real de Azúa, Roberto Ibáñez y Arturo Ardao. También en el ámbito internacional se lo admiró y brindan múltiples pruebas de ello Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno, Ruben Darío, Leopoldo Zea, Alfonso Reyes, José Gaos y muchos otros.

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ALGUNOS TEXTOS

 

UNA INTRODUCCIÓN rigurosa pero al mismo tiempo apta para el público en general, puede encontrarse en el número especial dedicado a Rodó de Cuadernos de Marcha (mayo de 1967), con textos de Roberto Ibáñez, Leopoldo Zea, Arturo Ardao, Carlos Real de Azúa y Eugenio Petit Muñoz. También la colección Capítulo Oriental, publicada por el Centro Editor de América Latina, dedicó a "Rodó y el arielismo" el número 12, a cargo de Washington Lockhart y Real de Azúa.

Una mirada rigurosa sobre su legado filosófico puede encontrarse en el capítulo que Arturo Ardao le dedica al autor en La filosofía en el Uruguay en el Siglo XX (Fondo de Cultura Económica, México, 1956). Dos breves y sustanciosos artículos son "José Enrique Rodó. De la convicción a la conversión: una clave de pensamiento en su obra" de Jorge Liberati y "Producción simbólica en la comunidad intelectual uruguaya: José Enrique Rodó (1871-1917)" por Ruben Tani, accesibles ambos en Internet.

 Los trabajos académicos recientes sobre Rodó son abundantes. Una muestra pequeña debería incluir a Liberalismo y jacobinismo en el Uruguay batllista. La polémica entre José E. Rodó y Pedro Díaz, de Susana Monreal y Pablo da Silveira, (Ediciones Santillana, Montevideo, 2003); la novela Diario de un demócrata moribundo de Fernando Loustaunau (Planeta. Buenos Aires, 2006); y José Enrique Rodó: una retórica para la democracia, de Diego Alonso (Trilce, Montevideo, 2009).

FUENTE: “100 años de Motivos de Proteo de Rodó. Lo espiritual y lo político”. Tapa de El País Cultural, el 11 de setiembre de 2009. http://historico.elpais.com.uy/Suple/Cultural/09/09/11/cultural_440547.asp

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COLOQUIO:

"JOSÉ ENRIQUE RODÓ

A CIEN AÑOS DE SU DESAPARICIÓN FÍSICA"


Organiza: Universidad de la República, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.

Sala Maggiolo, Universidad de la República, 3 y 4 de mayo de 2017.

APERTURA: Rector Roberto Markarian y Decano Álvaro Rico. 3 de mayo, de 15:15 a 15:45.

MESA 1: Wilfredo Penco (Academia Nacional de Letras), Hebert Benítez (FHCE-UdelaR), Gustavo Remedi (FHCE, UdelaR); Pablo Rocca (FHCE-UdelaR). Moderador: Alejandro Gortázar (FHCE-UdelaR). 3 de mayo, 16:00 a 18:30.

Conferencia central Hugo Achugar (FHCE-UdelaR). Moderadora: Susana Dominzain (FHCE-UdelaR). 3 de mayo de 19:00 a 20:00.

MESA 2: Adolfo Garcé (FCS-UdelaR), Agustín Courtoisie (CLAEH), Mauricio Langon (Asociación Filosófica del Uruguay), Ana María Rodríguez (FHCE-UdelaR). 4 de mayo, 10:00 a 12: 30. Moderador: Carlos Demasi (FHCE-UdelaR).

MESA 3: Romeo Pérez Antón (FCS-UdelaR/Sociedad Rodoniana), Gerardo Caetano (FCS, UdelaR), Jorge Liberati (IPA), Galo Galarza (Embajador de la República de Ecuador). Moderador: Fernanda Diab (FHCE-UdelaR). 4 de mayo, 15:00 a 17:30.

MESA 4: Ruben Tani (FHCE-UdelaR), Horacio Bernardo (FIC, UdelaR), Pablo Drews (F. Derecho, UdelaR – UCUDAL)), Aníbal Corti (IPA), Yamandú Acosta (FHCE- F. Derecho, UdelaR). Moderador: Eduardo Piazza (FHCE- F. Derecho, UdelaR). 4 de mayo, 18:00 a 20:30.

Títulos confirmados 

Achugar, H: “La muerte de Rodó”

Acosta, Y: “Ariel: evangelio de una teología profana americanista”.

Benítez, H: “Genealogías del vuelo: entre los románticos de 1837 y el flujo de Ariel. Letras, sociedad y deseos fundacionales en José Enrique Rodó”.

Bernardo, H : “Rodó y la forma de las ideas”.

Caetano, G.. “Rodó y la política”.

Corti, A.; “Rodó y Vaz Ferreira, dos críticos del utilitarismo”.

Courtoisie, A.: “Un siglo sin Rodó. Una lectura política”.

Drews, P: “Sobre la lectura de Rodó de la Gran Guerra”.

Galarza, G: “Rodó y Montalvo”.

Garcé, A: “¿Por qué Rodó?”

Langon, M : “El porvenir de todas formas”

Liberati, J : “El Uruguay como dilema en Rodó”.

Penco, W: “El mirador de las guerras”

Pérez Antón, R: “Algunas cuestiones de intertextualidad en Motivos de Proteo ¿Un libro de lecturas, una exposición de ideas pensadas por otros o el intento de alcanzar una perspectiva nueva?”

Remedi, G: “La educación. Un día en la vida de Atenas”.

Rocca, P: “Brasil y la cuestión americana (Rodó por Sérgio Buarque de Holanda, Gilberto Freyre y João Pinto da Silva,1900 -1920)”

Rodríguez, Ana M: “El canciller tiene quien le escriba. Antonio Bachini y José Enrique Rodó”.

Tani, R: “Ariel o Calibán: una falsa oposición”.