lunes, 9 de octubre de 2017

POR EL BIEN COMÚN

AROKIASAMY, BERTHELOT, LALANNE & RAZAFIMBELO: CAMINOS DE ECONOMÍA HUMANA (2016) / BRUNI & GREVIN: LA ECONOMÍA SILENCIOSA (2017) / CHRISTIAN FELBER: LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN (2012) /  BRUNI & CALVO: EL PRECIO DE LA GRATUIDAD (2009)





CAMINOS DE ECONOMÍA HUMANA, por Lourthusamy Arokiasamy, Yves Berthelot, Andrés Lalanne, Lily Razafimbelo.  Prefacio de la edición en francés: Kofy Annan. Prefacio de la edición en español: Enrique Iglesias. Trad. Patricia Roche. Montevideo, Departamento de Publicaciones del CLAEH, Montevideo, 2016, 230 págs.

Más allá de las visiones simplistas a favor o en contra del capitalismo, se vienen concretando creativos emprendimientos en todo el mundo a los que vale la pena prestar atención. Algunos libros recientes describen ese otro capitalismo que parece que ya existe y que tiende a romper el dilema de hierro entre producir versus distribuir, o entre el lucro de pocos  versus el beneficio de muchos, por citar apenas algunas de las opciones hasta hoy casi irreductiblemente contradictorias. 

Con todas las severas reservas que mantenemos aquellos que adherimos a posturas mucho menos optimistas respecto de la economía global, puede ser enriquecedor prestar un poco de atención a los partidarios de la “economía del bien común”. Ésta se estaría abriendo paso en forma silenciosa pero sostenida y acaso sustentable. 

En Caminos de economía humana (2016), el prologuista Enrique Iglesias (ex presidente del BID) se apoya en Juan Pablo Terra para resumir la ambiciosa concepción del padre Louis-Joseph Lebret , célebre inspirador de la economía humana: “El concepto de una economía humana es el de salvar y expandir al hombre, a todo el hombre y a toda la humanidad”. Luego agrega tratando de captar el núcleo de esta perspectiva: “El provecho no puede ser el motor y regulador total y global. El capitalismo, al poner el provecho como centro y regulador, requiere de enormes esfuerzos para corregir sus efectos reversos. Una economía de la necesidad es necesariamente orientada –por lo menos, parcialmente planificada-, para hacernos cargo de los resultados” (pág. 8). 

Enrique Iglesias acierta al recomendar efusivamente estas páginas: realmente  la obra logra comunicar las experiencias exitosas de economía humana en cuatro continentes y sus respectivas trayectorias académicas y profesionales permiten abrirle un amplio crédito por parte del lector interesado en estas cuestiones. 

Los autores pertenecen a la Red Internacional por una Economía Humana:  Lourthusamy Arokiasamy es sociólogo y posee una destacada y larga trayectoria  en la India, donde entre otras cosas fundó la Asociación Rural y de Servicios de Desarrollo (AREDS) y hoy milita en la Coalición por el  Derecho a la Tierra de Tamil Nadu.

Yves Berthelot fue secretario ejecutivo de la Comisión Económica para Europa (CEE-ONU) entre 1993 y 2000 y coordinó para ese continente la Red Internacional por una Economía Humana durante la redacción del libro.

Andrés Lalanne es rector de Universidad CLAEH (Uruguay),  vicepresidente de Développement et Civilisations y fue coordinador para América Latina de la Red Internacional por una Economía Humana.

Lily Razafimbedo es docente e historiadora y, entre otras responsabilidades, integra la Red para la Transparencia y la Rendición de Cuentas Social en  Madagascar y fue coordinadora para África de la Red Internacional por una Economía Humana durante la producción de este valioso documento.

De modo que Asia, Europa, América Latina y África parecen estar aquí muy bien representados, en una obra que entre sus significativos aportes indica que el enfoque de la economía humana  “no puede quedar limitado a una aproximación asistencialista, sino poner por delante los derechos de las personas y al mismo tiempo sus capacidades de ser responsables, a ser actores de la solución a sus problemas” (pág.9).

En los comienzos de la producción del libro, estaba previsto que Stéphane Hessel (1917-2013) escribiera también palabras preliminares para estos Caminos de economía humana pero dado que  “nos dejó demasiado pronto” su esposa Christiane recordó frases que aluden a la imperiosa necesidad de “preservar la agricultura de subsistencia y la alimentación a la que está ligada, las artesanías y el comercio de proximidad, detener la desertificación del campo y la escasez de servicios en las zonas urbanas periféricas en dificultades” (pág. 11). Continuaba Hessel, recordado por la lectura atenta de su esposa: “En todas partes esta toma de conciencia está en curso, la inventiva humana está en marcha. Hay movimientos cooperativos, de ayuda mutua, más o menos autogestionados… El verdadero desafío es hacer conocer, reconocer,  compartir todas esas experiencias para que ellas establezcan sinergias y nutran un vasto movimiento de reformas” (pág. 12).

El problema para los escépticos, incluso para los escépticos razonables, es que el desafío de estos Caminos de economía humana subsanarían esa dispersión de esfuerzos, y la escasa información resultante, en un tono que quizás en principio impresione como ingenuo. Por ejemplo, en estas páginas se afirma: “Este libro nos invita a unirnos al club de los constructores optimistas” (ibídem) . Sin embargo, luego de recorrer estas doscientas y pico de páginas donde se describe una extensísima y profunda base de casos,  el efecto es el de una aplanadora. La cantidad termina transformándose en calidad. 

He aquí un ejemplo inicial de lucidez y sentido práctico: “Deseamos que las miles de iniciativas locales, el millón de revoluciones tranquilas del que damos algunos ejemplos, se multipliquen por el bien de todos quienes se benefician de ello  y además porque cuanto más numerosas sean, será mejor para poder convencer a los ciudadanos, las empresas y los políticos de que es posible otra economía…” (pág. 14).  Claro que los autores matizan de inmediato: “Estas iniciativas, por más numerosas que sean, no van por sí solas a transformar las instituciones, las reglas, las normas y las políticas. En otras palabras, es necesario que el sistema se transforme” (ibídem). O sea, que algún cambio sistémico habrá que hacer y uno podría sospechar que ese “millón de revoluciones tranquilas” facilitará sin duda la generación del ambiente propicio. 

Pero más allá del cambio político o jurídico, la mayor parte de los ejemplos del libro involucran ante todo un formidable cambio cultural que está hace rato en curso y no sabemos verlo (o nadie nos lo muestra): la acogida de refugiados en Haití, el Centro de Desarrollo Comunitario en Timor Oriental, las experiencias de Mindanao (Filipinas), Gao (Mali) y Terre de liens (Francia), la promoción de los derechos humanos del Centro UNIV en África del Oeste, la asociación de la ONU con diversas organizaciones no gubernamentales, abren un camino heterogéneo de abordajes y temas que naturalmente es imposible  resumir aquí.

Un consejo al lector que desconoce estas cuestiones pero desea interiorizarse con rigor en ellas, es que acceda a Caminos de economía humana sin seguir estrictamente el orden de las páginas. Es mejor concentrarse en ciertos casos concretos que por algún motivo resulten familiares  o más atractivos.  Por ejemplo, a partir de la página 114 encontramos un análisis de Wikipedia en términos de una empresa que resuelve un problema social, como lo es el acceso universal a información de calidad mediante una colaboración multitudinaria que se va depurando de modo colectivo. 

En la página 63 se da cuenta de la admirable tenacidad de CEPRODIH (Uruguay), Centro para la Promoción de la Dignidad Humana que impulsa a personas en situaciones de dificultad, primero para compartir refugios, con apoyo a familias desamparadas para que permanezcan unidas. Un enfoque global y la capacitación ajustada  a cada persona hace luego lo suyo. Mediante una atención personalizada de un público compuesto principalmente por mujeres y menores de edad, con una concepción integral que no divorcia los ámbitos de abordaje (o sea, encara al mismo tiempo salud, capacitación, hogares para embarazadas, etc.) se estimulan y desarrollan competencias empresariales “como parte de un proceso de inclusión social y de desarrollo personal que comienza por la autoestima” (pág. 66).  Este programa  fue premiado por la CEPAL.

Un último ejemplo que también podría resultar familiar al lector uruguayo: a partir de la página 67  se explica con claridad inusual por qué Universidad CLAEH es también una ilustración peculiar de economía humana. Es decir, la Universidad CLAEH  plantea “un nuevo modelo universitario que articula la exigencia académica y el arraigo social” (pág. 70), no concibiendo éste último como mera tarea de “extensión” o “difusión” sino en clave protagónica para ofrecer marcos para el debate, propuestas y contenidos a cuestiones como las del trabajador rural, la integración regional, las políticas de salud, la educación y la evaluación de las políticas sociales, entre otras.

Debemos recordar que Caminos de economía humana es una obra que no se ocupa en sentido convencional de “Responsabilidad Social Empresarial” (RSE). No hay que olvidar que dichos términos y los conceptos asociados han experimentado diferentes etapas y profundas mutaciones. Por ejemplo, Milton Friedman proponía su exclusión tajante de las preocupaciones de las empresas. Luego le tocó el  momento a la filantropía y a la inversión social (una especie de departamento publicitario dentro de la organización), hasta llegar a estrategias como la de la “integración social”, formulada por Michael Porter y Mark Kramer: la RSE  debería desaparecer en la medida que los objetivos de las empresas dejen de ser opuestos a los de la sociedad.

Parte relevante del enorme y colorido abanico de experiencias que cubre Caminos de economía humana  tiende a vincularse  a  “empresas sociales”, es decir, a organizaciones de distinto porte y origen destinadas a resolver un grave problema social. Pero la obra enfatiza particularmente aquellos casos en que el rol protagónico lo poseen los propios destinatarios de los beneficios. 

La mención de un estudio de caso permitirá explicarlo mejor. Godfrey Nzamujo fue el creador de Songhaï en Benín (Oeste de Áfríca) bajo el lema de la “investigación con los pies desnudos” (pág. 160). Ese método consiste “en seguir a la gente de los poblados, observarlos y dialogar con ellos para reencontrar el saber-hacer (savoir-faire) tradicional, las metodologías implícitas, los tesoros genéticos ancestrales y luego instalarse frente a la computadora para confrontar el saber adquirido de esta forma al de la comunidad internacional (…) Con el mismo espíritu, [Nzamujo] plantea que la tecnología debe ser concebida y ser puesta en práctica a partir de características medioambientales y culturales del medio en que es implantada, y estar abierta a innovaciones provenientes del mundo entero (…) [Nzamujo] creó un laboratorio de análisis y un taller de mecanización. Exporta sus innovaciones a países vecinos”.  A renglón seguido se puntualiza algo muy sensato: “Las innovaciones útiles no son siempre extraordinarias. Se trata de mejorar las herramientas de jardín, de cría de animales, de encontrar procedimientos simples  para la conservación  y transformación  de los mangos y las naranjas, desgranadoras de maíz, molinos de arroz a pedal” (ibídem).

Ojalá que Arokiasamy, Berthelot, Lalanne y Razafimbelo y los protagonistas de Caminos de economía humana tengan razón. En tal caso, montar organizaciones eficientes y a la vez humanas en el marco de las diferentes economías capitalistas no constituiría un sueño inalcanzable.


FUENTE: Reseña sobre de Caminos de economía humana de Arokiasamy y otros (2016), por Agustín Courtoisie, en revista Relaciones, Nro. 401, octubre de 2017, págs. 26-27. Sección “Con Textos”, subtítulo “Economotropos”.

* * *


PRÓXIMAS RESEÑAS POR EL BIEN COMÚN: