martes, 13 de noviembre de 2018

Pierre Dardot en Uruguay






UN PECULIAR PENSAMIENTO CRÍTICO
Agustín Courtoisie


Ni anarquistas, ni estatistas. Defensores de lo público no estatal. Promotores del autogobierno en todos los niveles de la sociedad. El sociólogo Christian Laval y el filósofo Pierre Dardot constituyen un dúo singular de pensadores franceses que fundan en 2004 el grupo Question Marx para romper varios moldes del pensamiento crítico y estimular prácticas sociales autogestionarias.
 
Uno de ellos, Pierre Dardot, visitó el Uruguay hace unas semanas. Dictó conferencias en varias instituciones, concedió entrevistas y realmente vale la pena recorrer algunos ejes conceptuales de sus obras en coautoría más conocidas. Un consejo: para aprovechar estas propuestas, no conviene  aplicar el “diccionario predictivo” como el que solemos usar al escribir en nuestros celulares, sino abrirse a conceptos distintos, a algo nuevo que queda por fuera de los sentidos habituales de las palabras. Siempre hay más opciones que aquellas entre las cuales nos apuran a elegir.
 
En las líneas que siguen presentaré algunos de los libros de Laval y Dardot, para culminar luego con una entrevista a éste último autor, durante la cual se liberaron varios chisporroteos polémicos y puntualizaciones sobre la política contemporánea,  que a veces pueden pasar desapercibidas en las páginas de talante más académico. En el comentario brevísimo de cada libro no sigo un orden cronológico: la construcción lógica a veces debe ceder ante la apropiación psicológica y subjetivamente articuladora de los temas.


Competencia como norma

Comencemos por  La sombra de Octubre (1917-2017). Leemos allí: “Los bolcheviques nos enseñaron cómo la revolución no debe hacerse” (Laval y Dardot, 2017b, p. 9). Ese epígrafe de Piotr Kropotkin es la primera cachetada que recibirá el lector desprevenido que quizás esperaba una piadosa nostalgia  por aquellos días que estremecieron al mundo, cuando todo era esperanza. Un párrafo extenso de Cornelius Castoriadis en la otra punta del libro, podría terminar por desconcertar si no se presta atención a lo que fluye con aires libertarios durante todo el desarrollo: “De la empresa bolchevique no queda ni quedará más que un inmensa acumulación  de cadáveres torturados, la creación inaugural del totalitarismo, la perversión del movimiento obrero internacional, la destrucción del lenguaje –y la proliferación en el mundo de varios regímenes de esclavitud sanguinaria–. Aparte de todo esto, un ejemplo para reflexionar sobre este siniestro contraejemplo de lo que no  es una revolución” (citado por Laval y Dardot, 2017b, p. 191). Sacado fuera de contexto, ese párrafo es desequilibrado, si no se mencionan los demás horrores del mundo, producto de la razón imperial y la razón colonial. Pero es un botón de muestra de las dificultades de encasillar a Laval y Dardot, y para entender por dónde van y vienen los tiros.
 
Los impulsos generosos traicionados a lo largo del tiempo (o invisibilizados por la sombra del título) conducen a los autores a reivindicar, entre otras, a la Revolución mexicana de 1910, “una revolución social olvidada” (Laval y Dardot, 2017b, pp. 150 y ss.) y a la Revolución española, en campo republicano, durante la Guerra civil a partir de 1936; “una revolución social disimulada” por el mundo pese a sus notables logros.
 
En cuanto a La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal (Laval y Dardot, 2013), los relampagueos conceptuales de sus páginas se suceden de modo vertiginoso: “El neoliberalismo, antes que una ideología o una política económica es, de entrada  y ante todo, una racionalidad;  y que, en consecuencia, tiende a estructura y a organizar, no sólo la acción de los gobernantes, sino también la conducta de los propios gobernados. La racionalidad neoliberal tiene como característica principal la generalización de la competencia como norma de conducta y de la empresa como modo de subjetivación” (Laval y Dardot, 2013, p. 15).
 
Si alguien decidiese incorporar a la bibliografía de un curso este libro, yo recomendaría focalizar la Parte III, Capítulo 9, “La fábrica del sujeto neoliberal”. Los asuntos parecen de un seminario de marketing pero se trata de una serie de retratos conceptuales feroces, que no dejan títere con cabeza: “La ascesis del rendimiento”; “El riesgo: una dimensión de existencia y un estilo”; “El sufrimiento en el trabajo y la autonomía contrariada”; “La erosión de la personalidad”; “La desmoralización”; “La depresión generalizada”; “La perversión ordinaria”; “El goce de sí del neosujeto”, etcétera (Laval y Dardot, 2013, pp. 325-379). Como prueba adicional de resistencia a las provocaciones con efectos sísmicos, el lector debería intentar dar respuesta al demoledor y último tramo de “Conclusiones”: “El agotamiento de la democracia liberal” : “En contra de lo que pensaban los economistas clásicos, el mercado se presenta, no como algo naturalmente dado , sino como una realidad construida que requiere, en cuanto tal, la intervención activa del Estado, así como la instauración de un sistema de derecho específico” (Laval y Dardot, 2013, p. 383).

Una de cal y otra de arena, parece ser la técnica favorita de Laval y Dardot. Por ejemplo, en La pesadilla que no acaba nunca (2017 a), expresan: “Para nosotros la neoliberalización acelerada de las sociedades no es un destino fatal” (Laval y Dardot, 2017 a, p. 14). Pero a renglón seguido evaporan las esperanzas concretas que podrían conjeturarse: “La lógica minoritaria de lo común aún no ha encontrado su expresión de masas, sus marcos institucionales o su gramática política. Tan solo estamos al principio de una nueva configuración revolucionaria . Y este retraso nos inquieta. La izquierda llamada ‘radical’ o ‘crítica’ tropieza y a veces recula. También sucede que capitula frente al adversario, como Syriza, en Grecia, en 2015” (pp.14-15).
 
Quienes estén deseosos de creer arrimarán su leño la brasa esperanzadora de este capítulo: “El experimento de lo común contra la expertocracia”. Sin embargo, el balde de agua fría llega pronto con una suerte de “…que se vayan todos”: “No hay nada que esperar de los partidos y aparatos que se disputan el reconocimiento del Estado y esperan cargos y subvenciones. Para tener posibilidades de ver la luz, la elaboración de una alternativa sólo puede venir desde abajo, es decir de los ciudadanos mismos” (p. 159).  Insisten Laval y Dardot  en ese concepto cuando juzgan con desconfianza la evolución de  Podemos en España: “Abstraerse de este despliegue de energía del movimiento de las plazas y separar el nacimiento de Podemos  de esta ‘puesta en movimiento’ de toda la sociedad es condenarse a perder lo esencial. Y toda tentativa de reproducir el ‘esquema español’  desde arriba está condenado al fracaso. Lo que está en juego, más allá el auge electoral de 2015, es la peligrosa prevalencia de la lógica de la representación y de la centralización sobre la lógica de la igualdad en la participación o, por decirlo otra vez con las palabras de Amador Fernández-Savater, la prevalencia del teatro sobre la piel” (p. 167).
 
Agregan unas líneas más adelante: “El caso de Grecia merece otra vez toda nuestra atención. Una de las grandes debilidades del gobierno de Syriza fue la de dejarse encerrar en un reparto de papeles de lo más clásico, precisamente el que impone la lógica del teatro: los gobiernos ocupan el papel de ‘actores’  en la escena y solicitan los sufragios de los ciudadanos reducidos al rol no menos clásico de ‘espectadores’ del teatro político (pp. 167-168). Un mérito que no puede negarse a La pesadilla que no acaba nunca es la soltura con la que los autores pasan del análisis teórico de perspectivas como las de Ernesto Laclau, o las de Hardt y Negri, al relato pormenorizado de lo ocurrido en España con Podemos (aún con proyecciones positivas) y en Grecia con Syriza (hoy considerado un caso de resignación de la izquierda a las presiones de la institucionalidad neoliberal global).


El ser social es fuerza

La obra más imponente de Laval y Dardot por su densidad propositiva, su lucidez en materia de filosofía política, y su vívida fenomenología de movimientos participativos, es sin duda Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI (2015). En la Introducción, “Lo común, un principio político”, declaran muy expresivamente: “La presente obra quiere identificar el principio político de lo común como el sentido de los movimientos, luchas y discursos que, estos últimos años, se han opuesto a la racionalidad neoliberal casi en todo el mundo. Los combates por la ‘democracia real’, el ‘movimiento de las plazas’, las nuevas ‘primaveras’ de los pueblos, las luchas de los estudiantes contra la universidad capitalista, las movilizaciones por el control popular  de la distribución de agua, no son acontecimientos caóticos y aleatorios, erupciones accidentales y pasajeras, tumultos dispersos y sin finalidad. Esas luchas políticas obedecen a la racionalidad política de lo común, son búsquedas colectivas de formas democráticas  nuevas” (p. 24).
 
En la primera parte de Común, “La emergencia de lo común” se reconstruye el recorrido histórico del principio de lo común, y se critican las concepciones  que le son adversas. En la segunda parte, “Derecho e institución de lo común”, se parte de la base de que “lo peor que se puede hacer es dejar el derecho en manos de quienes tienen por profesión dictarlo (…) el derecho es en cuanto tal un campo de lucha” (p. 25).  En la tercera y última parte, se esbozan nueve propuestas políticas, entre ellas, “Hay que oponer el derecho de uso al de propiedad”; “Lo común es el principio de la emancipación del trabajo”; “Lo común debe fundar la democracia social”; “Los servicios públicos deben convertirse en instituciones de lo común”, entre otras.
 
Veamos algunos otros conceptos sustanciosos: “Lo común define una norma de inapropiabilidad” (p. 664).  “Este libro se dedica a explorar  esta significación política de las luchas contemporáneas contra el neoliberalismo” ( p. 25). Definiciones útiles: “Comuna”, “nombre del autogobierno local”; “comunes”, “el nombre de los objetos de naturaleza  muy diversa de los que se ocupa la actividad colectiva de los individuos”; “común”, “es propiamente  el principio que anima esta actividad y que preside al mismo tiempo la construcción de esa forma de autogobiernos” (p. 25). Siguiendo a Proudhon afirman: “Es el vínculo social  en cuanto tal la fuente de toda riqueza, el que está en el origen de toda actividad económica y de toda fecundidad intelectual y espiritual”. Y sentencian: “El ser social es fuerza” (p. 237).


Autogobierno en todo nivel

En un mail del martes 23 de octubre, Pierre Dardot cumplió su promesa de contestar algunas inquietudes mías sobre sus posturas políticas y su obra junto a Christian Laval. Yo le había propuesto una suerte de entrevista ping-pong, que otorgara algo de frescura a la panorámica filosófica que tenía previsto escribir, luego de su reciente visita al Uruguay. Me escribe entonces: “Encontrará adjunta una respuesta a las siete preguntas que me hizo. Intenté ser lo más breve posible, pero algunas preguntas mencionaban ejemplos, situaciones y autores muy diferentes. Así que tuve que poner los puntos sobre las ‘íes’ y entrar en detalles”.  El tono tan disperso como provocativo de las interrogantes había sido hecho adrede, pero me sorprendió gratamente la agudeza polémica de sus respuestas y la luz que arroja sobre sus perspectivas  políticas concretas. Vaya si puso los puntos sobre las “íes”, Monsieur Dardot.

Agustín Courtoisie:  El  pasado 16 de octubre la France insoumise y su líder Jean-Luc Mélenchon sufrieron un ataque policial y judicial poco frecuente en Europa. En América Latina se persigue a Rafael Correa (Ecuador), Lula (Brasil), Cristina Fernández de Kirchner (Argentina) ¿Hay algo en común entre todos estos casos?

Pierre Dardot: Es un hecho que los gobiernos neoliberales tienden a explotar el poder judicial (Corte Suprema, Fiscalía, etc.) con el propósito de intimidar políticamente a sus oponentes. Pero esta instrumentalización no debe dar la impresión de que todos los casos que usted cita pertenezcan a la misma "persecución" orquestada por un "Estado mayor" centralizado. Las situaciones son muy diferentes. La búsqueda ordenada por la Fiscalía representa innegablemente una puesta en escena de Macron contra lo que él percibe como su principal rival para el poder. Pero la reacción de Jean-Luc Mélenchon ante el fiscal ("la República soy yo", "mi persona es sagrada") dio la desafortunada impresión de querer estar por encima del derecho común que exige a todos los partidos rendir de modo transparente sus cuentas de campaña. En el caso de Lula, obviamente es una operación para retirarlo de la competencia electoral para la presidencia. En cuanto a Rafael Correa, tenga en cuenta que su propio sucesor ahora pretende distanciarse de la administración del gobierno que ha heredado. De manera más general, uno debe desconfiar de todas las amalgamas apresuradas que solo aumentan la confusión (del tipo "post-neoliberalismo" para alistar bajo la misma pancarta Chávez, Correa, Lula, Bachelet, etc.).

AC:  En su libro La sombra de Octubre (2017) usted y Christian Laval distinguen entre el comunismo de Estado y el comunismo sin Estado. Allí proponen, en lugar del proteccionismo de Estado, favorecer el desarrollo de una capacidad de autoprotección. ¿Puede señalar ejemplos actuales y específicos?

PD: Tomamos esta distinción de Víctor Serge para justificar el uso de la expresión "comunismo de Estado" que algunos consideran contradictorio por el hecho de que el comunismo sería necesariamente sin un Estado. Pero no estamos a favor de una "abolición del Estado", a la manera de los anarquistas, ni del estatista que hace del Estado el centro de la vida social. Abogamos por el establecimiento de un nuevo tipo de Estado basado en los comunes. Ni anarquismo, ni estatismo, sino autogobierno colectivo en todos los niveles de la sociedad. Es por eso que tomamos de Joan Subirats, uno de los inspiradores de "Barcelona en Común", la idea de un "movimiento de protección que genera autonomía". Destaca con razón que es "una de las claves del movimiento de los comunes" y que es contradictoria con "la tradición centrada en el Estado". Esta es la idea de lo público no estatal: el municipio de Barcelona ha otorgado contratos de arrendamiento por 100 años a asociaciones de vecinos para la gestión de sitios para cooperativas de vivienda en lugar de planificar la construcción de viviendas públicas de propiedad estatal.

AC: También en La sombra de Octubre está clara la condena del comunismo burocrático y autoritario, enfatizado desde el epígrafe inicial de Kropotkin hasta el epígrafe de Cornelius Castoriadis en el capítulo 5. Pero ¿es posible defender a los más vulnerables sin un Estado nacional fuerte y organizado que resista la mundialización?

PD: Desde nuestro punto de vista, es ilusorio tratar de "defender a los más vulnerables" por medio de un "Estado nacional fuerte" en la medida en que la lógica del Estado-nación es históricamente una lógica propietaria, jerárquica y patriarcal. Además, en los últimos años, el Estado-nación ha demostrado cuánto se ha convertido en un actor neoliberal por derecho propio, incluso en países cuyos gobiernos afirman haber roto con el neoliberalismo. La lógica productivista y extractivista continuó prevaleciendo en el Ecuador con Correa, en Brasil con Lula (especialmente durante el segundo mandato) y Venezuela en una forma particularmente autoritaria con Chávez y Maduro. Es por esto que una transformación radical del Estado no puede provenir de dentro del  Estado, sino de la extensión y el refuerzo del movimiento autónomo de los comunes.

AC:  En la tercera parte de Común  (2015), se enumeran nueve propuestas políticas. Entre ellas, se busca, por ejemplo, construir una política de lo común, oponer el derecho de uso a la propiedad, instituir la empresa común, comprender que lo común debe fundar la democracia social, etcétera. ¿No se trata allí de una lista de fines en vez de una lista de medios eficaces?

PD: De hecho, estas propuestas políticas establecen objetivos en el camino de la construcción de una sociedad común. Por ejemplo, la acción de devolver el derecho de uso contra el derecho de propiedad como un derecho exclusivo y absoluto constituye un objetivo de ir más allá de la lógica propietaria. Pero al mismo tiempo, este objetivo corresponde a demandas y experimentos prácticos implementados aquí y ahora en la lucha contra el capitalismo neoliberal (por ejemplo, hacer que un derecho de uso colectivo prevalezca sobre ciertas tierras o ciertos lugares). En este sentido, es necesario romper con el patrón tenaz según el cual la elección de los medios sería una táctica pura. Los medios solo son válidos si hacen que el final esté presente, aquí y ahora, en lugar de devolverlo a un futuro indefinido. Los medios no son instrumentos, "vienen con" el fin y nunca son independientes de él.

AC: En Común, el lector latinoamericano habituado a las ciencias sociales y políticas puede advertir que en las referencias predominan los autores franceses, los clásicos del marxismo, los europeos en general, pero no se menciona jamás a filósofos políticos como John Rawls, Robert Nozick, Ronald Dworkin.  ¿Es una opción deliberada?

PD:  Por nuestra parte, esta falta de mención es de hecho deliberada. Nos referimos a la concepción de la propiedad privada de Nozick en La nueva razón del mundo, pero fue para mostrar mejor que esta concepción estaba muy alejada de la de Locke, a pesar de una referencia insistente a ella. Por otro lado, no se menciona a este autor ni a los otros dos en Común por una razón simple y buena: ninguno de estos autores nos ayuda de ninguna manera a desarrollar una alternativa al capitalismo neoliberal. Nozick, porque es libertario, Rawls y Dworkin porque son parte de una controversia que rechazamos en sus términos: la que enfrenta a los liberales y los comunitaristas. Lo que entendemos como “común” no presupone ni el sujeto racional aislado  de los liberales, ni la comunidad de tradición y cultura de los comunitaristas. Como principio, requiere la participación conjunta en la misma actividad práctica colectiva, la de la producción de las reglas de uso. El sujeto colectivo de lo común no preexiste a esta actividad. Lejos de ser el punto de partida, es un efecto.

AC: En La pesadilla que no termina nunca (2016) usted y Christian Laval entienden por “neoliberalismo” algo distinto de la acepción corriente del término. Lo analizan como una “razón-mundo” que propaga la lógica del capital hacia todas las relaciones sociales. No es un sistema de “partido único” pero sí de “razón política única”. ¿Qué papel juegan en esto los medios masivos de comunicación?

PD: Hablamos muy precisamente de una "razón mundial" para indicar que es una racionalidad que no conoce límites y que cruza todas las relaciones sociales. Esta racionalidad es implementada por múltiples actores. En nuestra opinión, los principales medios de opinión y entretenimiento son un componente esencial de lo que llamamos el "bloque oligárquico neoliberal". Esto es particularmente cierto con respecto a la experiencia económica prevaleciente que ejerce una función política real al recordar a los gobiernos cuando es necesario si  se desvían un poco de la normalidad neoliberal. Sin embargo, se debe tener cuidado de cualquier ataque indiscriminado contra "periodistas", muchos de los cuales están tratando de hacer su trabajo de manera honesta e independiente (como es el caso de Mediapart en Francia).

AC: ¿Qué nos enseñan hasta hoy las experiencias de Podemos en España y Syriza (Coalición de la Izquierda Radical) en Grecia?

PD: Son dos experiencias muy diferentes. La de Podemos fue iniciada desde arriba por un núcleo de académicos que canalizaron las aspiraciones nacidas en 2011 del movimiento de los indignados del 15M. Hoy está claro que Podemos, después de renunciar a la postura de "centralidad" (ni derecha, ni izquierda), está en proceso de normalización política y está cada vez más integrado en el juego de los partidos. La experiencia de Grecia fue impulsada por Syriza, una coalición de pequeños partidos de inspiración marxista que no resistieron la "prueba del poder": después del fracaso de julio de 2015, el gobierno de (Alexis) Tsipras se hizo cargo de los planes de la Troika* e impuso un paquete de austeridad sin precedentes al pueblo griego. En ambos casos, la estrategia de "conquistar el poder del Estado" reveló sus límites insuperables. La transformación social implica una ruptura con esta estrategia.
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* Dardot alude a la Comisión Europea, el Banco Central Europeo  y el Fondo Monetario Internacional.


Referencias


Todas las ediciones en español de las obras de Christian Laval y Pierre Dardot corresponden a Editorial Gedisa, Barcelona.

Laval, C. y Dardot, P. (2013). La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal.
_________________ (2015). Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI.
_________________ (2017a).  La pesadilla que no acaba nunca. El neoliberalismo contra la democracia.
_________________ (2017b). La sombra de Octubre (1917-2017).


“Pierre Dardot. Un peculiar pensamiento crítico” fue publicado originalmente en Revista Relaciones, Nro. 414, Noviembre 2018, Montevideo, págs. 5-7. 







Réponses aux questions d’Agustín Courtoisie (Uruguay)

QUESTIONNAIRE


...Jean-Luc Mélenchon
 
1. Le 16 octobre, la France insoumise et Jean-Luc Mélenchon ont subi une attaque policière, judiciaire et politique d'une ampleur inédite en Europe. En Amérique latine, Rafael Correa (Équateur), Lula (Brésil) et Cristina Fernández de Kirchner (Argentine) ont été persécutés.
Y a-t-il quelque chose en commun entre tous ces cas?

Il est de fait que les gouvernements néolibéraux ont tendance à instrumentaliser le pouvoir judiciaire (Cour suprême, Parquet, etc.) à des fins d’intimidation politique de leurs opposants. Mais cette instrumentalisation ne doit pas donner à penser que tous les cas que vous citez relèvent d’une même « persécution » orchestrée par un « état-major » centralisé. Les situations sont très différentes. La perquisition ordonnée par le Parquet représente indéniablement une mise en scène montée par Macron contre celui qu’il perçoit comme son principal rival pour le pouvoir. Mais la réaction de Jean-Luc Mélenchon face au procureur (« La République c’est moi », « ma personne est sacrée ») a donné la fâcheuse impression que ce dernier se situait au-dessus de la loi commune qui fait obligation à tous les partis de rendre leurs comptes de campagne transparents. Dans le cas de Lula il s’agit de toute évidence d’une opération visant à l’écarter de la compétition électorale pour la présidence. Quant à Rafael Correa,  notons que son propre successeur entend maintenant prendre ses distances vis-à vis de la gestion  gouvernementale dont il a hérité. De manière plus générale, il convient de se défier de tous les amalgames hâtifs qui ne font qu’ajouter à la confusion (du type « post-néolibéralisme » pour enrôler sous une même bannière Chavez, Correa, Lula, Bachelet, etc.).



…à propos de L’ombre d’Octobre (2017)


2. Dans ce travail, une distinction est faite entre le communisme étatique et le communisme sans État. Au lieu du protectionnisme d'État, il est proposé de favoriser le développement d'une capacité d'autoprotection. Pouvez-vous citer des exemples courants et spécifiques?


Nous reprenons cette distinction à Victor Serge pour justifier l’emploi de l’expression « communisme d’Etat » que d’aucuns jugent contradictoire au motif que le communisme serait nécessairement sans Etat.  Mais pour notre propre compte nous ne sommes pas partisans d’une « abolition de l’Etat », à la manière des anarchistes, ni des étatistes qui font de l’Etat le centre de la vie sociale.  Nous plaidons pour  l’établissement d’un nouveau type d’Etat fondé sur les communs. Ni anarchisme, ni étatisme, mais autogouvernement collectif à tous les niveaux de la société. C’est pourquoi nous reprenons à Joan Subirats, l’un des inspirateurs  de « Barcelone en Commun», l’idée  d’un « mouvement de protection qui génère de l’autonomie ». Il souligne très justement qu’elle est « l’une des clés du mouvement des communs » et qu’elle est contradictoire avec « la tradition centrée sur l’Etat ». C’est l’idée d’un public non étatique : la municipalité de Barcelone a accordé des baux de 100 ans à des associations de quartier pour la gestion de sites  destinées à des coopératives d’habitation plutôt que de programmer la construction de logements publics appartenant à l’Etat.



3.  Dans L'ombre d'Octobre, la condamnation du communisme bureaucratique et autoritaire est claire, soulignée depuis l'épigraphe initiale de Kropotkine jusqu'à l'épigraphe de Cornelius Castoriadis au chapitre 5. Mais est-il possible de défendre les plus vulnérables sans un État national fort et organisé pour résister à la mondialisation?


De notre point de vue, il est illusoire de chercher à « défendre les plus vulnérables » au moyen d’un « Etat national fort » dans la mesure où la logique de l’Etat-nation est historiquement une logique  propriétaire, hiérarchique et masculiniste. De plus, ces dernières années, l’Etat-nation a montré à quel point il était devenu un acteur néolibéral à part entière, même dans des pays dont les gouvernants prétendaient avoir rompu avec le néolibéralisme. La logique productiviste et extractiviste a continué à prévaloir en Equateur avec Correa, au Brésil avec Lula (surtout pendant le second mandat) et au Venezuela sous une forme particulièrement autoritaire avec Chavez et Maduro. C’est pourquoi une transformation radicale de l’Etat ne pourra pas venir de l’intérieur de l’Etat, mais de l’extension et du renforcement du mouvement autonome des communs.


…à propos de Commun (2014)


4. Dans la troisième partie du livre, neuf propositions politiques sont énumérées. Parmi eux, nous cherchons, par exemple, à construire une politique du commun, à opposer le droit de propriété à la propriété, à instituer l'entreprise commune, à comprendre que le commun doit fonder la démocratie sociale, etc. N'y a-t-il pas une liste d'objectifs au lieu d'une liste de moyens efficaces?

En effet, ces propositions politiques définissent des objectifs sur la voie de la construction d’une société du commun. Par exemple, l’action de retourner le droit d’usage contre le droit de propriété en tant que droit exclusif et absolu constitue un tel objectif de dépassement de la logique propriétaire. Mais, en même temps, cet objectif correspond à des revendications et des expérimentations pratiques mises en œuvre ici et maintenant dans la lutte contre le capitalisme néolibéral (par exemple, pour faire prévaloir un droit d’usage collectif à propos de certaines terres ou de certains logements). Il faut rompre à cet égard avec le schéma tenace selon lequel le choix des moyens relèverait de la pure tactique. Les moyens ne valent que s’ils rendent la fin présente, ici et maintenant, au lieu de la renvoyer à un avenir indéfini. Les moyens ne sont pas des instruments, ils « viennent avec » la fin et ne sont jamais indépendants d’elle.


5. Dans Commun, le lecteur latino-américain habitué aux sciences sociales et politiques peut remarquer que, dans les références prédominantes, les auteurs français, les classiques du marxisme, les Européens en général, ne mentionnent jamais les philosophes politiques tels que John Rawls, Robert Nozick, Ronald Dworkin. Est-ce une option délibérée?


Pour notre propre part, cette absence de mention est en effet délibérée. Nous avons fait référence à la conception de la propriété privée défendue par Nozick dans La nouvelle raison du monde, mais c’était pour mieux montrer que cette conception était très éloignée de celle de Locke en dépit d’une référence insistante à ce dernier. En revanche il n’est question ni de cet auteur ni des deux autres dans Commun pour une simple et bonne raison : aucun de ces auteurs ne nous aident en quoi que ce soit à élaborer une alternative au capitalisme néolibéral. Nozick parce qu’il est libertarien, Rawls et Dworkin parce qu’ils s’inscrivent dans une controverse dont nous refusons jusqu’aux termes : celle qui oppose libéraux et communautariens. Le commun tel que nous l’entendons ne présuppose ni le sujet rationnel isolé des libéraux ni la communauté de tradition et de culture des communautariens. Comme principe, il requiert la coparticipation à une même activité pratique collective, celle de la production  des règles de l’usage. Le sujet collectif du commun ne préexiste pas à cette activité. Loin d’en être le point de départ, il en un effet.


…à propos de Ce cauchemar qui n’en finit pas (2016)


6. Vous et Christian Laval comprenez par "néolibéralisme" quelque chose de différent du sens ordinaire du terme. Ils l’analysent comme un "monde de raison" qui propage la logique du capital vers tous les rapports sociaux. Ce n'est pas un système "à parti unique" mais un système de "une seule raison politique". Quel rôle jouent les médias de masse à cet égard?

Nous parlons très exactement d’une « raison-monde » pour signifier qu’il s’agit d’une rationalité qui ne connaît pas de limite et qui traverse toutes les relations sociales. Cette rationalité est mise en œuvre par de multiples acteurs. Les grands medias d’opinion et de divertissement constituent à nos yeux une composante  essentielle de ce que nous appelons le « bloc oligarchique néolibéral ». Ceci vaut tout particulièrement de l’expertise économique dominante qui exerce une véritable fonction politique en rappelant au besoin à l’ordre les gouvernements eux-mêmes lorsqu’ils s’écartent un tant soit peu de la normalité néolibérale. Il faut cependant se garder soigneusement de toute attaque indiscriminée contre les « journalistes », dont beaucoup cherchent à faire leur travail en toute honnêteté et indépendance (comme c’est le cas de Mediapart en France).



7. Qu'est-ce que les expériences de "Podemos" (Espagne) et de Syriza (Grèce) nous enseignent jusqu'à aujourd'hui?


Ce sont là deux expériences très différentes. Celle de Podemos a été initiée d’en haut par un noyau d’universitaires qui a su canaliser à son profit électoral les aspirations nées en 2011 du mouvement des Indignés du 15M. Aujourd’hui  force est de constater que Podemos, après avoir renoncé à la posture de la « centralité » (ni droite ni gauche), est en voie de normalisation politique et s’intègre toujours davantage dans le jeu des partis. Celle de la Grèce a été impulsée par Syriza, une coalition de petits partis d’inspiration marxiste qui n’a pas résisté à l’« épreuve du pouvoir » : après la volte-face de juillet 2015, le gouvernement de Tsipras  s’est fait le relais des plans de la Troïka et a imposé une cure d’austérité sans précédent au peuple grec.  Dans les deux cas la stratégie de « conquête du pouvoir d’Etat » a révélé ses insurmontables limites. La transformation sociale implique une rupture avec cette stratégie.


Pierre Dardot