El niño enfermo (1886). Arturo Michelena, pintor venezolano
No solamente los grandes medios de comunicación regionales o globales contribuyen a dar forma a nuestras perspectivas sobre la actualidad. Cuando discutimos con personas cercanas, que conocemos y apreciamos, también nos nutrimos de muchísimos datos y argumentos relevantes. Estos pueden resultar tanto o más decisivos en la evolución de nuestras convicciones, o en nuestra visión del mundo, que los proporcionados por los medios o las redes sociales.
Luego de algunos ocasionales desacuerdos en Facebook sobre temas políticos, mi amigo el escritor Guillermo Álvarez Castro me envió por mail un informe de Amnistía Internacional sobre Venezuela. A los pocos días le respondí con otro mail expresando mis reservas sobre ese documento y haciendo varias consideraciones frente a la situación de aquel país latinoamericano. Por su parte, Guillermo lo comentó y expresó de modo contundente sus discrepancias. Ese intercambio me resultó aleccionante. En tiempos de grietas y posturas irreductibles, me pareció pertinente compartir esas reflexiones aquí en el blog.
Cuando le pedí su consentimiento para difundirlas le expliqué que eran muy medulares y pertinentes: "igual que me ocurre muchas veces cuando converso contigo me dejas pensando y voy a buscar datos pero te leo de nuevo y veo que algo se me escapó y... asi se inicia un largo proceso reflexivo de una calidad que no poseen los acuerdos fáciles con los que piensan parecido a uno".
Para brindar el contexto adecuado, se incluye al final una entrevista con Guillermo Álvarez, pero sobre asuntos bien diferentes, que conciernen a su oficio de escritor y a su pasión por la literatura -no en vano es el autor de novelas como Celebración (Alfaguara, 2005) y de relatos como Estrellas de cine y otros cuentos (2008)-.
Quizás a otras personas les pasa lo mismo: si se puede discrepar sin perder de vista la persona que se tiene delante, y no solamente las ideas, este choque de disidencias es constructivo a la larga. Por eso es mejor poner a Venezuela en contraste, con este talante.
* * *
9 de marzo de 2019
Querido Guillermo:
Vuelvo a agradecerte el material de Amnistía sobre Venezuela. Yo tengo el informe mundial 2018 pero son similares las observaciones que tengo para hacer.
No
creo que deba tolerarse la violación de derechos humanos bajo ningún
motivo. Y en ese sentido y tal como lo sostiene el informe, han ocurrido
cosas gravísimas al respecto en Venezuela y no se pueden negar. Eso
quiero dejarlo bien claro.
Cuando
Simone Weil peleaba junto a los republicanos, luego del fusilamiento de
un joven falangista dijo una vez: “Me tumbo de espaldas, miro las
hojas, el cielo azul. Es un día precioso. Si caigo presa, me
matarán... Pero lo tengo merecido. Los nuestros han vertido sangre de
sobra. Soy moralmente cómplice. Se están produciendo formas de control y
casos de inhumanidad absolutamente contrarios al ideal libertario”.
No
es fácil defender al actual gobierno de Venezuela sin sentir algo de
las contradicciones íntimas de Weil, en algún sentido. Agrego a ello que
en campo republicano los comunistas cometieron muchos crímenes contra
los anarquistas. Y sin embargo, adhiero a los ideales de la República
española. No podría sentirme equidistante y lejano de los dos bandos
principales en pugna. No eran lo mismo. La República fue un proceso
colectivo hermoso pese a cientos de hechos que lo empañan o ensombrecen.
Sin embargo, no puedo descalificar aquello ni un segundo ante el
franquismo y el tipo de sociedad que generó. Esto me ayuda para lo que
quiero decirte ahora.
Amnistía
le echa la culpa de insuficiencia de alimentos y medicamentos al Estado
venezolano. No parece registrar que el gobierno bolivariano de
Venezuela hace 17 años enfrenta una guerra no declarada pero muy sucia.
El último informe de Amnistía no contextualiza debidamente los hechos
involucrados (y que yo sepa tampoco los de anteriores años). Acá no hay
un Estado por un lado y pobres civiles que marchan pacíficamente por las
calles por el otro. En Venezuela existe un Estado con todas las
vulnerabilidades y precariedades de esta parte del mundo, y colectivos
represores afines al gobierno con un peligroso grado de autonomía, y
fuerzas policiales y militares con distintos grados de adhesión al
gobierno (algunos son quizás más papistas que el Papa en materia
represiva). Y también población civil que adhiere de corazón al modelo
de Chávez y Maduro. El problema detrás de los pretendidos “Estados
fallidos” requiere ser visto según la "estrategia del caos" del periodista belga Michel Collon.
Del
otro lado, sin incluir por esto a toda la oposición y sin olvidar
civiles inocentes anti chavistas, encontramos la apelación sistemática a
mercenarios profesionales, sicarios marginales y una serie de
personajes que se han ocupado de atacar edificios gubernamentales desde
helicópteros (caso Oscar Pérez), incendiar centros culturales y hospitalarios, quemar vivos a chavistas o presuntos chavistas y ahora en un caso de acto terrorista masivo que el lenguaje de la TV banaliza como falta de mantenimiento o a lo sumo “sabotaje”, se ataca la estructura nacional de energía eléctrica buscando provocar mayor caos aún. Todo o casi todo con el apoyo confeso de EEUU y Colombia.
No
sé cómo considerar el método de Amnistía al compilar y presentar sus
denuncias. Hay errores claros de sesgo: se sabe que los EEUU y sus
socios europeos infiltran organizaciones sociales o humanitarias existentes o crea otras con el lenguaje de las ONG
pero funcionales a los objetivos políticos de la parte de la oposición
más extremista. Si se contactan solamente esas organizaciones los datos
nunca serán del todo fiables. No sé si se trata de una enorme
ingenuidad, incompetencia en el rastreo de la información (que resulta
incompleta o incluso parcializada), omisión de hechos clave por
desconocimiento amateur, no lo sé. Pese a esto, creo que su papel, el de
Amnesty al igual que el de Human Right Wacht, sigue siendo muy
importante.
Pero
Aministía no puede afirmar sin contextualizar que “en marzo de 2017, el
Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) se atribuyó competencias de la
Asamblea Nacional; que tiene mayoría opositora”, cuando se trató de una
Asamblea que insistió en juramentar a tres diputados elegidos en medios de acciones fraudulentas
y que por ello fueron declaradas nulas todas sus acciones posteriores
(esa asamblea es la que levanta a Guaidó pero emerge de aquellos
fraudes). Maduro convocó luego a una Asamblea Constituyente. Claro que eso es opinable desde el punto de vista jurídico.
Pero
bastante menos discutible que la destitución de Dilma convirtiendo al
Legislativo en una suerte de Poder Judicial repentino pero sin aportar
pruebas. Y mucho menos discutible que el hecho de que un apologista
flagrante de casi todos los delitos penales como Bolsonaro no haya sido detenido preventivamente antes de presentarse a elecciones, o que Lula
haya sido encarcelado sin pruebas por la mera convicción del juez Moro,
actual integrante del gobierno de Bolsonaro. Todas circunstancias que o
bien omite en dar detalles Amnistía o no da cuenta cabal de la
centralidad de esos procesos, ni articula en sus informes.
No quiero extenderme, pero Amnistía no puede omitir denuncias como la de un periodista mexicano que habla de francotiradores italianos mercenarios,
ya utilizados en Libia, que han disparado en los últimos años hacia los
dos bandos de las manifestaciones para exacerbar la violencia. Amnistía
no puede ignorar lo declarado por Emilio Modesto Guerrero,
el calmo periodista venezolano que entrevistado por Tenenbaum en Buenos
Aires recordó que Venezuela no puede comprar medicamentos porque los
bancos, no las multinacionales de la industria farmacéutica, rechazan
las órdenes de compra.
Amnistía no puede ignorar el avasallamiento mediático internacional que hace que poca gente tenga idea o sepa el nombre de diplomáticos del fuste de Samuel Moncada o Jorge Arreaza
y crea que lo que ocurre en Venezuela es culpa de un idiota que habla
con pajaritos o viaja al futuro y regresa. Creo que Aministía lo
ignora, y no analiza el contexto mediático global porque también sus funcionarios son víctimas (y los empleados de Amnistía son víctimas no sólo por esos motivos).
Vuelvo
a Simone Weil. Quienes creemos en las transformaciones pacíficas de la
sociedad, nos duelen esos horrores. Pero esos horrores van a aumentar,
los DDHH van a ser violados en gran escala, si nos unimos al coro de la
Europa colonialista, que sigue sin entender por qué la gente huye de las
guerras que se les genera en sus países de origen (especialmente
africanos), y en particular si nos unimos al coro de los Macri, los
Bolsonaro, los Ivan Duque, los Piñera y los Lenin Moreno. No es grato
defender a Venezuela porque, es verdad, en gran parte las cosas que
denuncia Amnistía son ciertas.
Pero no defender a Venezuela es peor
porque supone ignorar todos los horrores que ya ocurren y van a
empeorarse y que el informe de Amnistía omite. Esto no es “defender a
Maduro” sino a un proceso nacional y popular. Y no se trata de Donald
Trump, quizás ni siquiera de los psicópatas al timón como Elliot Abrams
y John Bolton. Se trata de oponerse a un esquema global imperial (no
encuentro otro modo de llamarlo) que ya no se mixtura con sus colonias
ni construye algo propio arriba cuando las destruye: no, nada de eso. Es
un esquema de caos para países enteros, para dejarlos en coma,
controlar y, eventualmente pero no siempre, expoliar mejor.
Por
último, quería decirte que me ayuda mucho intentar expresarme con mayor
claridad ante alguien como vos, que no solamente respeto sino que
admiro y quiero mucho. Sigamos esta vía de diálogos espontáneos, aunque
reconozco que a veces a mí me cueste un poco resumir.
Abrazo grande y la seguimos!
Agustin
* * *
13 de marzo de 2019
Querido Agustín:
No
vas a encontrar, en mi respuesta, referencias a trabajos académicos
porque no conozco, casi no leo más que ficción, poesía y, muy de vez en
cuando, ensayos literarios.
Pero desconfío de las ciencias sociales, por aquello de los problemas estructurales, atacar las causas, depende del contexto,
etc. Soy partidario de la acción directa desde antes de saber su
significado: si un niño está triste, consolalo, si se siente enfermo,
curalo, si tiene hambre, dale de comer, si está solo, acompañalo.
Después analizamos las causas, el contexto y los problemas
estructurales.
Sí
estoy obligado a analizar en mi trabajo y lo hago de manera continua.
Analizo para encontrar causas, nunca culpables. En algún momento me di
cuenta de que esto era válido también para la vida y trato de hacer lo
mismo.
Comparto contigo un profundo amor por Simone Weil y estoy de acuerdo, naturalmente, con el contenido de la frase que citás.
Aquí
una primera reflexión: Después de que Franco toma el poder, cuando la
República ha sido derrotada ¿cuál es la razón para no denunciar los
crímenes de los comunistas contra los anarquistas? ¿no afectar la unidad
de la izquierda en el resto del mundo? ¿no atacar a los partidos
comunistas que eran aliados del resto de la izquierda? Debió
denunciarse. Debió decirse que el partido comunista español prefirió que
la derecha ganara la guerra antes de que la ganara la mayoría
anarquista.
Enrique
Martínez Larrechea, primo político mío, decía hace poco en un post que
Maduro dio un golpe de estado en cuotas. Aun cuando las acusaciones a
los tres diputados que mencionás fueran ciertas, Maduro podía hacer
cualquier cosa menos desconocer a la Asamblea Nacional. La convocatoria a
una asamblea constituyente no está prevista ni en la constitución
chavista y fue una chicana grosera para desconocer a una mayoría
opositora. De ahí en adelante, todo está viciado de nulidad.
Alguien,
no recuerdo quién, dijo que la única manera de entender las actitudes
de Sendic era partir de la base de que había sido formado en Cuba donde,
si pertenecés a la clase dirigente, todo está permitido, todo es
impune. No puede analizarse el tema venezolano sin considerar la
presencia de treinta mil cubanos cuya influencia no ha sido debidamente
calibrada pero es mucha.
Prefiero
no entrar en los problemas de Argentina y Brasil. Son realidades
distintas y no creo en una ofensiva de la derecha digitada desde Estados
Unidos o de otro lugar según la fuente.
Creo
sí que atrás de todo esto está el fracaso de las experiencias
socialistas, la corrupción, el amiguismo, los abusos de poder. Y más
allá está el fracaso del capitalismo de estado que a veces intenta
confundirse con socialismo. No puede darse un solo ejemplo en la
historia ni en el mundo de un capitalismo de Estado exitoso [socialismo = capitalismo de Estado]. No lo hay y
no vale nombrar a Cuba porque lleva sesenta años bajo el poder de una
misma familia ni al bloqueo a la que la sometió Estados Unidos porque,
en ese mismo período y durante casi treinta años, recibió ocho mil
millones de dólares por año por subsidios de la URSS.
¿Esto
quiere decir que hay que darse por vencidos y aceptar el triunfo del
capitalismo? No. Creo que, más bien, hay que aceptar el fracaso de las
dos doctrinas mayoritarias y ponernos a buscar otra cosa, partiendo de
la convicción de que no hay recetas y tampoco inocentes.
Sabés que el afecto es mutuo. La seguimos.
Abrazo grande para ti también.
Guillermo