miércoles, 8 de noviembre de 2017

GENTE CON CIENCIA


INÉDITOS DE THOMAS KUHN: Desarrollo científico y cambio de léxico / AGUSTÍN COURTOISIE: "Difusión, divulgación, periodismo y apropiación" / PAUL HOYNINGEN-HUENE / JOSÉ ANTONIO LÓPEZ CEREZO / COLOQUIOS DE FILOSOFÍA E HISTORIA DE LA CIENCIA (2016 Y 2017)








KUHN PRIMERO EN ESPAÑOL
Agustín Courtoisie

 
“Estoy muy feliz de que las Conferencias Thalheimer sean publicadas  debido a la iniciativa del profesor Pablo Melogno. Aparentemente, nadie en el mundo angloparlante ha tomado la iniciativa de publicar este importante documento, que muestra claramente dónde estaba Kuhn [1922-1996] en 1984. Tengo la esperanza de que esto ayude a acercar al mundo de habla hispana al mainstream de la filosofía de la ciencia”. (“Prólogo. Sobre las Conferencias  Thalheimer de Thomas Kuhn, 1984”, en Kuhn, 2017:10). 

Esas frases dichas al final del Prólogo se aquilatan mejor no solamente si se tiene en cuenta que quien las pronuncia, Paul Hoyningen-Huene (Universidad de Zurich), es hoy un filósofo de prestigio internacional, sino que además trabajó directamente junto a Thomas S. Kuhn  en el MIT. Hace poco participó de un seminario y dictó una conferencia en Montevideo, invitado por la FIC, justo durante la misma semana en que nos visitaba Noam Chomsky.

En definitiva, la publicación en español de una parte relevante de los inéditos de Kuhn  antes de que se haga lo propio en lengua inglesa, es un buen botón de muestra para entender que estamos ante un verdadero hito en los estudios regionales sobre historia y filosofía de la ciencia. 

El papel protagónico en todo este proceso de un referente de la Facultad de Comunicación  de la Universidad de la República, como el profesor Melogno, debe ser un motivo de orgullo para el Uruguay, al que igual que para los argentinos, representados por Hernán Miguel (UBA) al cuidado de la edición y Leandro Giri (SADAF / CONICET) responsable de la traducción. 

Pero sería injusto omitir que la labor de conjunto requirió esfuerzos en tres continentes que deben ser subrayados: los de Tom Rosko, Nora Murphy y los demás responsables  de Archivos y Colecciones Especiales del Massachusetts Institute of Technology (MIT); los ya mencionados aportes decisivos de Paul Hoyningen-Huene de la Universidad de Zurich y los de Hernán Miguel y Leandro Giri (Argentina): y, por último, los de investigadores y docentes de la Universidad de la Répública: Jorge Rasner, Ignacio Saraiva, Marina Camejo e Ignacio Cervieri.

La mayor parte de las personas mencionadas en último término, han estado detrás de numerosos congresos, seminarios y publicaciones, bajo la conducción  de Pablo Melogno y Hernán Miguel, y una aureola de talentosos investigadores de las dos orillas del Río de la Plata y la convocatoria de nombres de peso en el escenario internacional de historia y filosofía de la ciencia, además de Hoyningen-Huen: el español López Cerezo y el mexicano Godfrey Guillaumin son apenas el comienzo de una extensa lista que no es posible detallar ahora. Líneas abajo se incluyen algunas de las publicaciones del grupo, sostenedor del Seminario "Bertrand Russell" en la FIC-UDelaR y coloquios montevideanos y rioplatenses.

¿Qué tienen de peculiar  estos  inéditos -hasta ahora-  de un nombre ineludible de la filosofía contemporánea?  

Primero, por el extraordinario rigor puesto en la tarea. Dice Pablo Melogno en su estudio preliminar, erudito pero lleno de luces en el camino para aterrizar en la reflexión kuhneana, no siempre grata de estilo: 

“El texto mecanografiado [original] no incluye bibliografía, y solamente contiene notas al pie indicando obras que Kuhn  pensaba  citar o referir. En la mayoría de los casos los datos bibliográficos de las notas están incompletos, y en ocasiones solo incluyen el nombre de un autor o un concepto, sin especificar la obra. Hemos emprendido un trabajo de reconstrucción bibliográfica, cotejando  las notas incompletas con datos  biográficos y con referencias disponibles en la obras de Kuhn…”. (“Retornando al pasado. Un estudio preliminar del las Conferencias Thalheimer”, en Kuhn, 2017:44) 

Es difícil entender de dónde ha sacado fuerzas el equipo de producción para concretar esa mejora definitiva del material original, y a la vez, es reconfortante comprobar el resultado.

Segundo, por los interesantes contenidos que marcan una etapa de la evolución en el pensamiento del autor de La revolución copernicana (1957) y La estructura de las revoluciones científicas (1962). 

Pero además, de modo indiscernible con eso –soy muy sensible a los detalles estéticos-  porque la forma expresiva no ha perdido –más allá de los pulidos bibliográficos antes mencionados- el sabor estilístico intransferible de un producto crudo, con reiteraciones didácticas y rasgos coloquiales propios de las conferencias.

Aunque los tópicos de las Conferencias Thalheimer fueron retomados y dados a luz en artículos posteriores, y por lo tanto, no se trata de contenidos “completamente inéditos”, es apasionante seguir el hilo de la reflexión de nuestro filósofo de la ciencia.

En sucesivas ediciones del suplemento GENTE CON CIENCIA de Filosofismas¸ es probable que adicionemos nuevos y más detallados comentarios sobre la publicación de Desarrollo científico y cambio de léxico de Thomas Kuhn, con prólogo a cargo de Paul Hoyningen-Huene y estudio preliminar de Pablo Melogno.

Por ahora, a cuenta de futuros artículos, digamos apenas que  en las tres primeras conferencias Kuhn examina “las consecuencias de darle una posición central en la filosofía de la ciencia a la afirmación trivial de que el conocimiento científico evoluciona o se desarrolla” (Kuhn, 2017:127).

En particular, busca “las bases de la autoridad de las creencias compartidas (…) localizándola finalmente en la estructura del léxico de la comunidad” (ibídem).

En la última de las conferencias Kuhn procurar dar mayor definición a su postura metafísica. El autor fue un raro ejemplo de “realista incorregible” pero con el tiempo decantó como “idealista” en un sentido “distinto a todos los otros de los cuales tengo noticia”: “ Las ideas proyectadas hacia afuera para hacer un mundo no son las de un individuo, ya sea humano o divino, sino más bien las de la tribu (…) Quizás es con todo el mundo de un idealista, pero se siente muy real para mí” (Kuhn, 2017:148).

Claro que a uno le puede quedar clavada la espina de interrogantes así: “¿cómo  pueden los miembros de comunidades diferentes comunicarse?”. 

No se puede encontrar una invitación más tentadora para pensar por nosotros mismos, “detonados” por estas conferencias hasta hoy inéditas, que cuando Kuhn dialoga en la cuarta y última con su público: “No puedo pensar que he persuadido a muchos de ustedes, pero el tiempo es corto, y no voy a detenerme ahora para realizar otro intento” (opus cit.: 128).

De modo que la tarea que sigue es nuestra, compañero lector. O como decimos los uruguayos: “Tuya, Héctor”, igual que le avisó Borja a Scarone, que fue también una gloria celeste aunque no un epistemólogo.

Desarrollo científico y cambio de léxico. Conferencias Thalheimer. Universidad Johns Hopkins. Baltimore, Maryland, Estados Unidos de América. 12 al 19 de noviembre de 1984,  de Thomas S. Kuhn. Prólogo de Paul Hoyningen-Huene. Edición de Pablo Melogno y Hernán Miguel. Traducción de Leandro Giri. FIC-UdelaR, Proyecto ANII, SADAF. Montevideo, 2017. 153 páginas. El libro se encuentra disponible en las bibliotecas de la UdelaR.



Las actividades de los coloquios impulsados por la FIC-UdelaR han sido consignadas en la Stanford Encyclopedie of Philosophia: "Highly appreciated in the entire subcontinent is a regular series of colloquia, Coloquios de Historia y Filosofía de la Ciencia hosted by Universidad de la Republica, Uruguay; the last meeting, held in 2014, focused on conceptual change and theory choice". En la fotografía, el libro a la derecha refiere precisamente al encuentro aludido: Cambio conceptual y elección de teorías, Pablo Melogno (compilador) Montevideo, 2014. Fuente: https://plato.stanford.edu/entries/phil-science-latin-america/#ArgUru




DIFUSIÓN, DIVULGACIÓN, PERIODISMO Y APROPIACIÓN
Agustín Courtoisie
En este artículo me propongo explicitar en qué sentido deberían abordarse algunas palabras y expresiones. No estoy seguro de haberlo hecho a lo largo del libro que tengo en imprenta, donde probablemente incurra muy a menudo en cierta sinonimia abusiva (excepto en el caso de “apropiación de la ciencia” que es una expresión de por sí más intensa y comprometida).
En todo caso, ya sea que realicemos ciertas disquisiciones teóricas o algunas observaciones pedagógicas muy concretas, hemos preferido optar por una mirada plural, nutrida de la rica variedad de doctrinas y algo permisiva ante el desplazamiento del significado de los términos según los contextos (y según resulte más fundado y oportuno). Es preciso rehuir los dos extremos: la falsa precisión tanto como la excesiva tolerancia de la vaguedad. Naturalmente, la prudencia debe ser aplicada en un caso tanto como en el otro. Claro que es menester evitar las generalidades en el uso de las palabras y las confusiones conceptuales, pero no de modo tan sistemático que se arriesgue la pérdida de contenidos relevantes. A veces las nociones interesantes vienen entreveradas y hay que desagotar el agua sucia pero tratando siempre de preservar la criatura.
Parece aconsejable, pues, adoptar una mirada que permita moverse en escenarios muy dinámicos. Tal es el caso del concepto abarcador de “comunicación de la ciencia” que sugiere Alfredo Marcos (Universidad de Valladolid). Luego de su lectura uno se siente liberado de la necesidad de distinguir en todas las circunstancias las diferencias según el contexto en que se desenvuelva dicha comunicación, lo cual sería un protocolo paralizante (Marcos, 2010).
En Ciencia y acción. Una filosofía práctica de la ciencia, Alfredo Marcos ha caracterizado “comunicación de la ciencia” de un modo confortablemente amplio:
No importa quién sea el emisor, quién el receptor, cuál el canal o la forma del mensaje. En los congresos científicos, en conversaciones entre científicos, entre expertos y políticos, en publicaciones especializadas, en una entrevista hecha por un periodista a un científico, en un peritaje judicial, en un informe de un experto, en un parte meteorológico, en un documental televisivo, en medios de comunicación de masas, en la escuela, en los museos... en todos estos casos y lugares, que tomamos sólo a título de ejemplo, hay comunicación de la ciencia (Marcos, 2010, pág. 183).
Continúa el autor abordando varias nociones mucho más específicas. La “comunicación social de la ciencia” es definida como aquellas
…formas de comunicación de la ciencia cuyo receptor es la sociedad en general y no, por ejemplo, un ministro, un juez concreto o la propia comunidad científica. Esta forma excluiría, por ejemplo, congresos y publicaciones especializadas, pero incluiría el sistema educativo, los medios de masas, los museos...” (ibídem).
Por su parte, la “difusión o diseminación” las toma como sinónimos y las define como una
…forma de la comunicación de la ciencia que pone el énfasis en lo extensional. Se trata aquí de extender los conocimientos científicos. Esto excluye (prácticamente) la comunicación entre científicos. El concepto de difusión parece incluir un elemento de azar o de indiferencia respecto del receptor. La luz se difunde en todas las direcciones por igual. La difusión no implica tampoco una adaptación del mensaje al receptor, pone el énfasis solo en el emisor y en la extensión o propagación del mensaje. Tanto una publicación especializada como un periódico, una escuela o un museo harían, cada uno a su modo, difusión científica (Marcos, 2010, págs. 183-184).
Luego aborda las nociones de “divulgación, popularización, vulgarización”:  “Esos términos ya son más específicos. Podemos tomarlos como cuasi-sinónimos. Todos hacen referencia al receptor, es decir, el vulgo, el pueblo o el público y, en consecuencia, a la necesidad de adaptar el mensaje” (Marcos, 2010, pág. 184).
El autor prefiere, en español, hablar de “divulgación”, tanto ante la alternativa de “popularización”, más usada en inglés (Popular Science) y de connotaciones positivas, como ante la palabra “vulgarización”, que en español da la idea de que se degrada algo al comunicarlo, si bien en francés no suena tan así y por eso es frecuente su uso (vulgarisation scientifique).
Agrega:
La divulgación es una forma de comunicación de la ciencia, es también una forma de comunicación social de la ciencia y un modo de difusión o diseminación de la misma, pero no uno cualquiera. Es un tipo de comunicación entre la comunidad científica y la sociedad con adaptación del mensaje al receptor, que puede ser la sociedad en general o algún sector determinado de la misma. Excluye la comunicación entre expertos en el mismo campo, que no es divulgación, y la formación científica en el contexto escolar, así como la simple difusión científica sin adaptación del mensaje al receptor (opus cit., págs. 184-185).
Por último, son muy importantes las puntualizaciones de Marcos acerca del “periodismo científico”, porque plantean los cimientos de un pensamiento crítico :
Es un tipo de periodismo especializado, centrado concretamente en contenidos científicos y/o tecnológicos (...) Es importante que el periodismo científico mantenga su margen de independencia respecto de la comunidad científica. Aquí hemos defendido una noción de racionalidad prudencial que lo posibilita, y según la cual el periodista no tiene por qué verse comprometido absolutamente con los objetivos de la comunidad científica, como exigiría una noción de razón más cientificista. Antes bien, dispone de terreno independiente desde el que elaborar criterios de selección y exposición, así como posiciones críticas que pueden ir desde la aprobación hasta el rechazo.
Para entender los motivos de Marcos, basta pensar en las investigaciones científicas con destino a la industria de armamentos, o los apoyos financieros a las asociaciones médicas por parte de la industria alimentaria de modo de silenciar las protestas referidas a los impactos en la salud de ciertos hábitos nutricionales, o bien recordar otras prácticas similares para disimular los impactos negativos en el medio ambiente y la salud humana por la actividad de industrias agropecuarias y farmacéuticas.
Continúa el autor:
El periodismo científico es una forma de comunicación social de contenidos relacionados con la ciencia y la técnica. Pero cuando hablamos de periodismo científico nos referimos a un tipo de comunicación que va en todas las direcciones: no sólo desde la comunidad científica hacia el gran público, sino también a la inversa, y entre la comunidad científica y los políticos, entre los gestores de la ciencia y el público, incluso entre científicos de distintas especialidades. Como efecto indirecto o como instrumento al servicio de fines periodísticos, se produce sin duda difusión y divulgación de la ciencia, pero ése no es el objetivo del periodismo científico (...) Por poner un ejemplo, está claro que para informar u opinar sobre una cuestión como la gripe aviar será de gran utilidad aportar al lector nociones divulgativas de virología. También es cierto que para elaborar y hacer llegar al público contenidos científicos puede resultar útil adoptar un lenguaje periodístico y utilizar los medios de comunicación de masas. Esto hace que a veces se tome “periodismo científico” como sinónimo de “divulgación”. Sin embargo, es importante diferenciar ambas nociones (Marcos, 2010, págs. 186-187).
Hasta aquí las útiles distinciones terminológicas y conceptuales de Alfredo Marcos en Ciencia y acción. Una filosofía práctica de la ciencia. En suma: en la difusión importa el emisor; en la divulgación, el receptor; en cuanto al periodismo científico, puede apelar a las dos anteriores pero su agenda, por decirlo así, es diferente: es una rama del periodismo, no consiste de una mera comunicación de noticias, podría incluir opinión, investigación, y emisores  y destinatarios pueden ser muy variables.
Nos queda entonces por caracterizar la “apropiación social del conocimiento” y como un caso particular de ella la “apropiación social de la ciencia”.
Con ánimo de complementariedad, ahora seleccionaremos pasajes de Cipriano Barrios Alonso (Universidad de Oviedo) en su sugerente artículo “La apropiación social de la ciencia: nuevas formas”. Respecto de la “apropiación social del conocimiento”, Barrios Alonso afirma:
El término “apropiación social”, referido al conocimiento en general y en particular a la ciencia y la tecnología, tiene un amplio uso y parece consolidado firmemente tanto en el ámbito académico como en el de la política (López Cerezo y Cámara Hurtado, 2004, pág. 31). No obstante sería conveniente revisar su significado y replantear su sentido a la vista de las nuevas vías que se abren y de los nuevos modos de relación entre los generadores del conocimiento científico y tecnológico y la sociedad en que éstos se insertan. Si recurrimos a explorar desde la base el significado del término “apropiación”, encontramos que el diccionario lo define como “acción y afecto de apropiar”. Ello nos conduce al significado de “apropiar”, cuyas acepciones pueden encuadrarse básicamente en dos: una asociada a un cambio de propietario y otra asociada a adecuar algo a una cosa. Tomaremos como base para nuestra discusión estas dos acepciones. La primera implica claramente el que alguno pase a tener como propia alguna cosa, pero que no era suya inicialmente. Por tanto, este sentido se asocia a un cambio de dueño que incluso puede, como se remarca en alguna acepción de las que reseña el diccionario, introducir una cierta noción de forzamiento (Barrios Alonso, 2008).
Resume el panorama vinculado a ambas acepciones en pocas palabras:
La acción política pública y los análisis teóricos asociados a ella comparten la presuposición de la conveniencia o necesidad de hacer a la sociedad dueña de un conocimiento que hasta el momento no es suyo (...) La segunda de las acepciones apunta hacia la adecuación de lo aplicado al soporte que lo recibe, pero sin que aparezca explicitada ya la connotación de ser ajeno. Si probamos utilizar “apropiación social de la ciencia” con esta acepción veremos que el sentido inicial se transforma en otro mucho más potente, en el que el conocimiento científico ya no se plantea como una construcción al margen de la sociedad ni en su génesis ni en su uso (ibídem).
Según Barrios Alonso, la riqueza de la expresión “apropiación social del conocimiento” se puede vincular a ambas de las dimensiones señaladas:
Mientras que la primera acepción conduce a plantear e intentar resolver el problema de la transmisión del conocimiento científico y técnico de quienes lo poseen a los que no, la segunda conduce a replantearlo como un problema de redistribución del conocimiento, redefiniendo el papel de los actores implicados y disolviendo la brecha aparente entre el sistema de ciencia y tecnología y el resto de la sociedad (ibídem).
Es esencial insistir en que la ciencia y la tecnología no suponen un conjunto de expertos  aislados en sus respectivas comunidades, generando conocimiento e innovaciones que luego recibiría la sociedad como mera consumidora o receptora pasiva, en el mejor de los casos, de dichos avances. La apropiación social del conocimiento y en particular la apropiación social de la ciencia, involucran dinámicas complejas y profundas interacciones.
Estos conceptos, naturalmente, recorren las páginas de muchos artículos de revistas académicas, de libros e incluso de documentos oficiales de países de España y América Latina.  En aras de la brevedad, vamos a elegir un solo ejemplo, por su feliz condensación de ciertos elementos que debemos tener siempre presentes. Por ejemplo, según un documento elaborado por Lozano y Maldonado, del Grupo de Apropiación Social del Conocimiento perteneciente a COLCIENCIAS (Colombia):
La apropiación social del conocimiento es entendida como un proceso de comprensión e intervención de las relaciones entre tecnociencia y sociedad, construido a partir de la participación activa de los diversos grupos sociales  que  generan  conocimiento.  Este  proceso  tiene  las  siguientes características:
·         Es organizado e intencionado.
·         Está constituido por una red socio-técnica en la que participan grupos sociales expertos en ciencia y tecnología, y los distintos sectores que intervienen en la constitución de estos procesos generan mediaciones.
·         Posibilita el empoderamiento de la sociedad civil a partir del conocimiento.
·         Implica –inclusive en las relaciones más asimétricas–, traducción y ensamblaje dentro de los marcos de referencia de los grupos participantes. Apropiación no es enajenación.
·         Comprenderlo así amplía las dinámicas de producción de conocimiento más allá de las sinergias entre sectores académicos, productivos  y  estatales,  incluyendo  a las comunidades y a grupos de interés de la sociedad civil. De esta manera se integran  apropiación  e  innovación  en  un  mismo  plano,  bajo  el  principio  de construcción social del conocimiento.
El documento continúa con aclaraciones muy pertinentes para nuestros fines:
La  apropiación  social  del  conocimiento  es  el  fundamento  de  cualquier  forma  de  innovación,  porque  el conocimiento es una construcción  compleja, que involucra la interacción de distintos grupos sociales. La producción de conocimiento no es una construcción ajena a la sociedad; se desarrolla dentro de ella, a partir de sus intereses, códigos y sistemas. Por otra parte, la innovación entendida como la efectiva incorporación social del conocimiento en  la  solución  de  problemas o en el establecimiento de nuevas relaciones, no es más que la interacción entre grupos, artefactos y culturas sociales de expertos y  no expertos. La apropiación no es una recepción pasiva; involucra siempre un ejercicio interpretativo y el desarrollo de unas prácticas reflexivas (Lozano y Maldonado, 2010, pág. 22).
Hay una frase que parece resumirlo todo: “La producción de conocimiento no es una construcción ajena a la sociedad; se desarrolla dentro de ella, a partir de sus intereses, códigos y sistemas”. Pero retengamos también estas características o énfasis: estamos ante procesos que involucran “la interacción de distintos grupos sociales”, “de expertos y no expertos” y sobre todo que  “la apropiación no es una recepción pasiva; involucra siempre un ejercicio interpretativo”.

Ojalá que podamos hacernos cargo de esa agenda, tan noble como ambiciosa. 



REFERENCIAS


LOZANO BORDA, Marcela  y MALDONADO, Oscar Javier (2010). Estrategia nacional de apropiación social de la ciencia, la tecnología y la innovación. Edición del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación, COLCIENCIAS, República de Colombia.  http://www.colciencias.gov.co/sites/default/files/upload/paginas/estrategianacional-ascti.pdf
Ver también:
http://www.colciencias.gov.co/portafolio/mentalidad-cultura/apropiacion-social
MARCOS, Alfredo (2010). Ciencia y acción. Una filosofía práctica de la ciencia. FCE. México.
BARRIO ALONSO, Cipriano (2008). “La apropiación social de la ciencia: nuevas formas”. Revista Iberoamericana de Ciencia Tecnología y Sociedad. V.4 N.10, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, enero 2008. http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1850-00132008000100014

LÓPEZ CEREZO, J. A. y M. CÁMARA HURTADO (2004). “Apropiación social de la ciencia", en Percepción social de la ciencia y la tecnología, Madrid, FECYT. Citado por Barrio Alonso (2008).






PAUL HOYNINGEN-HUENE (ZURICH)





JOSÉ ANTONIO LÓPEZ CEREZO (OVIEDO)






Otra recomendación sobre López Cerezo:

Conferencia: "La confianza en la sociedad del riesgo", José Antonio López Cerezo, Universidad de Oviedo, España. En el marco del Coloquio: Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia. Organizado por la Facultad de Información y Comunicación, Universidad de la República. Apertura: Prof. Gladys Ceretta, Decana FIC; Prof. Mario Barité, Director Inst. Información; Prof. Federico Beltramelli, Director Inst. Comunicación; Prof. Jorge Rasner, Coordinación Coloquio FHC. 10/5/2017 Facultad de Información y Comunicación, Universidad de la República. Montevideo, Uruguay.


http://www.asuntospublicos.tv/ciencia-y-tecnologia/ciencia-y-tecnologia/la-confianza-en-la-sociedad-del-riesgo/




   


2016: COLOQUIO DE FILOSOFÍA
E HISTORIA DE LA CIENCIA, FIC-UdelaR

Jorge Rasner: "Del rigor en las ciencias". Ponencia en el IV Coloquio de Filosofía e Historia de la Ciencia. Facultad de Información y Comunicación, Universidad de la República, Uruguay. 5-6 de mayo de 2016.



2017: I COLOQUIO DE FILOSOFÍA
E HISTORIA DE LA CIENCIA DEL RÍO DE LA PLATA


Siguen dos ponencias del I Coloquio de Filosofía e Historia de la Ciencia del Río de la Plata. V Coloquio de Filosofía e Historia de la Ciencia. Facultad de Información y Comunicación, "Ciencia, tecnología y educación. Miradas desde la Filosofía de la Ciencia". Universidad de la República, Uruguay. 10-12 de mayo de 2017.

 















miércoles, 1 de noviembre de 2017

LIBROS POR EL BIEN COMÚN

BRUNI & GREVIN: La economía silenciosa (2017) / CHRISTIAN FELBER: La economía del bien común (2014) / BRUNI & CALVO: El precio de la gratuidad (2009) / AGUSTÍN COURTOISIE: “¿Hay otro capitalismo?”









¿HAY OTRO CAPITALISMO?
Agustin Courtoisie

En su libro ¡Crear o morir! (2014) el periodista Andrés Oppenheimer entrevistó a Muhammad Yunus, creador del Grameen Bank, que se hizo célebre por conceder microcréditos para personas de bajos recursos de manera sustentable. Ese talentoso empresario declaraba entonces:  “Yo les digo a los empresarios que en vez de regalar dinero lo inviertan en un negocio social, para que ese dinero haga el mismo trabajo social que cuando uno hace una donación pero que se recicle. En obras de caridad el dinero sale,  hace un gran trabajo, pero no vuelve”.

Esta  perspectiva es implícitamente crítica con las concepciones tradicionales de Responsabilidad Social Empresarial, que tienden a hacer caridad (o marketing del buen corazón) cuando la plata sobra. Pero eso no siempre ocurre y en todo caso es un gesto voluntario, por fuera del núcleo del negocio. En cambio, los “negocios sociales” instalan  la responsabilidad con la sociedad en el centro mismo de la empresa. Al igual que el Grameen Bank, es similar el enfoque de Beatriz Pellizari, que diseña ropa para discapacitados con su empresa Amagi y siguiendo el ejemplo de Yunus dice que es una “empresa social”: tiene fines de lucro, paga sueldos pero no tiene repartos de ganancia. Se reinvierte en el negocio para hacerlo crecer y genera cadenas de valor con otras empresas sociales.

Los ejemplos de emprendimientos sociales podría multiplicarse: el portal Duolingo del guatemalteco Luis von Ahn permite aprender varios idiomas de forma gratuita, pero los estudiantes al mismo tiempo generan traducciones mejores (a través de la inteligencia colaborativa) que las de muchos traductores públicos y ello permite sustentarlo (Oppenheimer, 2014, págs. 245-277).

En un sentido que sugiere fronteras o vínculos con la filosofía social e incluso la economía política, las llamadas economías del bien común han sentado precedentes interesantes a través de ciertos libros que vale la pena conocer. Si el lector busca contenidos adultos en literatura sobre empresas, que con demasiada frecuencia adopta el tono de los libros de autoayuda o adhiere a pasajeras modas de la psicología y los recursos humanos, un buen ejemplo de rigor académico lo constituye La economía silenciosa. Economía de comunión, empresas y capitalismo (Ciudad Nueva, 2017) de Luigino Bruni y Anouk Grevin. 

Conviene aclarar desde el vamos que no se trata de piadosos partidarios de utopías: “Actualmente son muchos los intelectuales que sueñan una sociedad liberada de los mercados, de las empresas, de los bancos, para volver a una economía de subsistencia (…) Nosotros no pertenecemos a esa escuadra de detractores de la economía de mercado, porque pensamos que no se puede imaginar una buena sociedad sin economía, sin una buena y justa economía” (pág. 244). Repárese en el matiz del final de la frase: “sin una buena y justa economía”.

Su punto de partida es inequívoco: “Las empresas y los mercados son las formas de cooperación más altas y grandes que la humanidad ha generado en la historia. Y cuando pensamos en la economía, mientras vemos los daños que ella produce en el ambiente y a menudo también en las personas más frágiles, no tenemos que olvidar nunca el espectáculo extraordinario de creatividad y de excelencia que ofrecen las empresas  y la vida económica” (pág. 243).

Las cuatro economías


De los muchos aportes de La economía silenciosa de Bruni y  Grevin, señalemos primero su cuidadosa tarea para distinguir casos y su capacidad de no incurrir en inadecuadas generalizaciones. Otro aporte sustancial reside en su defensa, dentro del enorme abanico de opciones, de un nuevo tipo de empresa: la “empresa de comunión”. Dentro de esta perspectiva no se separa la moral de la vida de la empresa. Los autores advierten con sagacidad que hay una contradicción en los discursos de la “eficiencia” que pretenden divorciar esas dimensiones pero que luego no tienen más remedio que reincorporar ciertos elementos morales cuando sus líderes motivan al personal.

Es  entonces cuando utilizan “palabras típicas del ámbito familiar, de los amigos, del registro de los ideales, de la ética de la espiritualidad”. En particular, “se habla de estima, de mérito, de respeto, de pasión, de lealtad, de fidelidad, de excelencia, de reconocimiento, de comunidad, muchas palabras que activan en las personas las dinámicas aprendidas en la vida privada y familiar” (pág. 162). Es decir, se echa en la teoría y por la puerta principal la dimensión ética y social, que reingresa luego alegremente por la ventana de la práctica de todos los días.

Bruni y Grevin explican muy persuasivamente que existen cuatro  “economías distintas” que debemos saber identificar, “por más que quien diseña el erario, los incentivos, las políticas industriales siga pensando que el capitalismo es uno solo” (pág. 17).  La primera está compuesta por grandes empresas como bancos, aseguradoras, fondos de inversión. Estas organizaciones suelen vincularse a actividades fuera de la ley y eligen bien los lugares donde poner la sede fiscal. “Este capitalismo produce también balances sociales pintados, crea eficientes organizaciones filantrópicas, apoya con dosis homeopáticas de sus ganancias incluso la investigación científica y social; pero su finalidad, la única finalidad que las mueve es ganar todo el dinero posible en el menor tiempo” (pág. 17).

Un segundo tipo de capitalismo es el de “las empresas familiares, fábricas industriales, artesanales y muchas agrícolas” (pág. 18). Un hecho esencial es que “detrás del proyecto de la empresa hay aquí la presencia concreta de una persona y de una familia, que marca una diferencia  radical con el primer capitalismo” (ibídem). No se trata de que este segundo tipo de organizaciones siempre se gestione bien o respete siempre  lo ético o lo legal. Pero es otra cultura la que las anima: “la presencia de una familia al frente de una empresa es a menudo garantía de que los propietarios están interesados en durar en el tiempo” (pág. 19).

Después viene el llamado “tercer sector”: “Es la economía cooperativa y social, de las organizaciones sin fines de lucro, de la finanza territorial y ética, de muchas obras educativas y asistenciales generadas por carismas religiosos, y de todo ese pulular de actividades económicas de la sociedad civil organizada. Es la economía que florece por ideales más grandes que la economía” (ibídem). Estas dos últimas formas de capitalismo son las que “más están sufriendo por el deterioro del capital de virtudes civiles de los fundadores, por la desaparición de saberes artesanales, marinos, campesinos, y de su típica inteligencia y excelencia. El primer capitalismo, en cambio, crece muy bien en los terrenos empobrecidos de humus civil” (págs. 19-20).

Por último una cuarta y novedosa forma de capitalismo es la de la “economía del compartir” (sharing economy) que busca financiarse a través del crowdfunding de la red. “Es el trabajo  que está naciendo en el variado mundo del consumo crítico, con mucha agricultura biológica de última generación, donde  cada vez con más frecuencia el empresario agrícola suele ser una mujer joven, profesional, que habla cuatro idiomas y comparte su tiempo entre el cuidado de la empresa y vuelos internacionales” (pág. 20). Pero ya no es tan fácil reconocer las múltiples formas de esta cuarta modalidad,  vinculada  al arte, a los bienes culturales, a la música o al cuidado de “antiguos molinos de agua restaurados para producir energía, que crean trabajo, democracia y soberanía energética” (ibídem).

Toda la descripción de esas cuatro formas diferentes de “economía”, que nosotros habríamos denominado “organizaciones” distintas dentro del capitalismo, apenas es un preámbulo para presentar el núcleo duro de la propuesta  de los autores:  la “economía de comunión”. Ellos mismos señalan que podrían haberse mencionado también otras “economías”. Por ejemplo: la economía criminal, la economía sumergida, “y sobre todo la pública, que en Italia sigue siendo protagonista importante de nuestro sistema –demasiado a menudo calificada siempre y solo como ineficiente, a menudo víctima de las ideologías más que de las cuentas del balance–” (pág. 20).

¿Qué es la RSE?

Procuremos retirarnos por unos segundos de esos detalles para obtener una visión más general.
Las definiciones de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) o Responsabilidad Social Corporativa (RSC) varían de un autor a otro, o de un ámbito institucional a otro, entre los países y en función de las diversas culturas, pero la mayoría de las nociones involucradas son convergentes o complementarias: la búsqueda del “triple resultado” económico, social y ambiental.

Por ejemplo, el “Libro Verde” de la Comisión de la Unión Europea, Fomentar un marco europeo para la responsabilidad social de las empresas (2001) fue un hito en esa dirección. Según Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, ese documento buscaba encarar en forma simultánea un “triple balance económico, social y medioambiental que permitiera el avance en paralelo del crecimiento económico, la cohesión social y la protección del medio ambiente”.

Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo: “La responsabilidad social de la empresa (RSE) es el reflejo de la manera en que las empresas toman en consideración las repercusiones que tienen sus actividades sobre la sociedad, y en la que afirman los principios y valores por los que se rigen, tanto en sus propios métodos y procesos internos como en su relación con los demás actores. La RSE es una iniciativa de carácter voluntario y que sólo depende de la empresa, y se refiere a actividades que se considera rebasan el mero cumplimiento de la legislación” (OIT, 2006).

Para  quienes se acercan por primera vez a estos temas, tanto como para quienes los retoman después de dilatados períodos de lecturas sobre ética empresarial y modelos políticos, las variantes, las denominaciones y los pretendidos matices clasificatorios,  resultan todos un tanto bizantinos. Por ejemplo, se ha afirmado: “Los ‘amigos’ clásicos de la economía del bien común son la economía solidaria, el bien comunal (‘commons’), la democracia económica, la subsidiariedad económica, la economía del don (o economía del regalo) o la economía de decrecimiento, sólo por nombrar algunos” (Felber, 2014, pág. 17). Agrega el mismo autor con mucha sensatez: “No tendría ningún sentido que se impusiese un modelo sobre los demás” (ibídem).


¿A qué apuestan?

En realidad, lo que distingue a todas las experiencias organizacionales innovadoras respecto del modelo de lucro minoritario y propiedad privada a rajatabla, es la formidable apuesta a un cambio cultural. Transformación ésta de alcance antropológico y social que es a la vez una pre-condición del eficaz funcionamiento futuro  y un generador incremental de nuevas cosmovisiones de los vínculos humanos.

Ese énfasis culturalista –en un sentido no excluyente de la dimensión legal o de las reglas de la economía–, es destacado en forma adecuada por el doctor en filosofía Carlos Hoevel (UCA, Argentina): “En tal sentido, las sociedades prósperas en el largo plazo son aquellas basadas en amplios círculos de relaciones de reciprocidad en las que los individuos arriesgan o donan algo de lo suyo –en especial su confianza- con la expectativa de que quienes reciban el favor, volverán a repetir la misma operación con otros y, finalmente, esta dinámica terminará también favoreciendo al propio donante, quien se siente parte de esta suerte de ‘cadena de favores’ formada por los acciones recíprocas de todos los miembros de la sociedad, no al modo de una campaña de acción colectiva o solidaria planificada, sino en la manera espontánea y cotidiana de una práctica habitual” (Hoevel, 2015, pág.  11).

Hoevel es elocuente cuando señala el núcleo duro de esta idea, enrarecida un poco por la terminología pintoresca si se la mira desde el ámbito de la administración  o la contabilidad (“don”, “regalo”, “reciprocidad”, “cadena de favores”).

Acá lo que hay, en el fondo, es una cuestión de cultura y de valores de una sociedad: “Hablar de una ‘economía del don’ puede de esta manera interpretarse en dos sentidos fundamentales. Por un lado, como las relaciones de confianza, reciprocidad y donaciones estrictamente entendidas que existen dentro de la economía e incluso, en medio de las relaciones de mercado. Por otro lado, en un sentido mucho más amplio, se las puede entender como la dinámica de las relaciones sociales en general, las cuales, analizadas en profundidad, son prácticamente ininteligibles sin el momento de donación que implica, aun en su más mínima expresión, toda relación humana” (opus cit., pág. 12).

Según autores como Francis Fukuyama, fundamentalmente en su libro Trust:  The Social Virtues and the Creation of Prosperity, la confianza es un presupuesto básico de las sociedades prósperas, sin la cual los contratos y el propio estado de Derecho se vacían de sustancia. La pertenencia de cada individuo a una totalidad social con la cual se identifica, hace posible el reconocimiento mutuo de cada persona  y de cada grupo social que aceita los avatares de la vida en sociedad más allá de las formalidades jurídicas.

Por su parte, Hoevel sostiene: “Dicho reconocimiento mutuo implicaría la salida de unas relaciones de subordinación paternalista en la que la reciprocidad es entendida como un don puramente unilateral al que se responde con fidelidad exclusiva, hacia unas relaciones de don o confianza mutuos basados en una fidelidad potencialmente inclusiva de todos los miembros, no sólo de una determinada sociedad, sino de toda la humanidad a cuya unidad las sociedades estaban tendencialmente llamadas a converger. Partiendo de esta intuición, parecería que estamos hoy en un momento crucial de ese pasaje, que en los últimos siglos ha ido recorriendo distintas etapas con dramáticos retrocesos pero que nuevamente presenta en nuestro tiempo una posibilidad de realización” (opus cit., pág. 23).



Comunión y utopía

Ante este inmenso panorama, de fuerte idealismo descriptivo, la primera pregunta que podría formular un administrador escéptico, o un ingeniero, o un empleado, o un emprendedor de raza sin demasiada formación  académica, es: ¿qué diferencia hace semejante cambio cultural? ¿Puede formularse un ejemplo concreto?  Un síntoma de este proceso de cambio de la cultura empresarial y, a la larga, de la sociedad toda, es el “ner Group”,  un conjunto empresarial del País Vasco.

Se trata de  “una organización de consultoría no tradicional, que acompaña la introducción del nuevo estilo de relaciones (ner) en empresas y otras organizaciones” (Lalanne, 2016, pág. 127). En su Book Review de Gestión de personas y conocimiento: Retos empresariales para el siglo XXI. El caso ner Group (2016) de María Álvarez Sainz y Kepa Xabier Apellaniz Valle (Universidad de El País Vasco), el doctor Andrés Lalanne ha identificado una muestra  representativa de qué cambio concreto pueden representar esta innovaciones empresariales: “el compromiso de  ‘no despido’, con reubicación de las personas en otra organización del ner Group” (opus cit., pág. 128).

Antes que imaginar nuevos reparos, provenientes de esos interlocutores escépticos que no meros expedientes retóricos, es importante dar nombres de empresas y algunas cifras sobre estas experiencias que parecen cambiar el ADN del capitalismo, desde adentro del sistema.   

En El precio de la gratuidad (2009), Cristina Calvo aportaba datos como los que siguen a continuación: en el banco rural filipino Kabayán “la mayoría de los accionistas adhieren a la economía de comunión” y el otorgamiento de microcréditos favoreció el nacimiento de 3.700 pequeñas empresas familiares.

El Consorcio de Cooperativas Sociales Roberto Tassano, en Liguria, norte de Italia, llegó a dar trabajo a más de 1000 personas desde el rol de “incubadora empresarial”.

Además, por esos años ya se habían  instalado “polos industriales” inspirados en la economía de comunión en lugares involuntariamente estratégicos, para mostrarse como paradigmas de innovación empresarial con sentido social: en Brasil el Polo Espartaco, una sociedad de 3000 miembros y nueve empresas, funciona en rubros tales como embalajes, plásticos, vestimenta, productos farmacéuticos, servicios educativos, médicos y de consultoría. También en Brasil, en el Estado de Cereá, al Nordeste, los funcionarios gubernamentales implementaron Programas de Desarrollo Humano  inspirados en la economía de comunión.

En Argentina, el Polo Solidaridad poseía entonces unas 35 hectáreas y desarrollaba  cultivo de hortalizas bajo invernadero, artesanía de hierro, apicultura, granos y biodiesel (Bruni & Calvo, 2009, pág. 233).

Más allá de estos casos específicos, la difusión mundial de la economía de comunión (denominación que como ya se habrá advertido cubre experiencias disímiles con ciertos denominadores comunes), en el año 2009 ascendía a 147 empresas comerciales, 188 del sector productivo y 400 del sector servicios, y ya era objeto temático de tesis doctorales  y congresos académicos (opus cit., pág. 232).

En 2017, Bruni y Grevin proporcionaban cifras más actualizadas de las experiencias empresariales duraderas de economía de comunión. Por ejemplo, en 2011 ya se habían consignado 1.800 empresas sustentables inequívocamente vinculadas a esta perspectiva, con todas sus variantes (Bruni & Grevi, 2017, pág. 52).


En concreto

Y de nuevo surge la duda: ¿de qué empresas estamos hablando concretamente?

Hacia 2017,  Bruni y Grevin hablan de 25 años en total del surgimiento del concepto de economía de comunión, con lo cual se puede estar haciendo referencia legítima a tres categorías de organizaciones: las que comparten utilidades, como el empresariado social  de tradición norteamericana; las que nacieron como respuesta a un problema social particular, como el de la necesidad de microcréditos, instrumento eficiente de inclusión y generación de soluciones para quienes están en la base de la pirámide (el caso más célebre es el modelo de organización financiera  de Yunus); en tercer lugar, emprendimientos más radicales en el sentido  de su ideal comunitario, y en esta categoría pueden encontrarse  muchas cooperativas y asociaciones.

Sintetizan los autores: “Hay por lo tanto múltiples maneras de vivir la economía de comunión, así como hay múltiples maneras  de ser empresa ‘social’, responsable o inclusiva. A las categorías tradicionales evocadas más arriba , habría que añadir las nuevas corrientes como la economía colaborativa o ‘economía de la compartición’ (sharing economy), la economía positiva, la economía inclusiva…[A la economía de comunión habría que] considerarla más bien como una experiencia que se ubica en la misma vasta corriente de todo lo que contribuye hoy a renovar desde adentro la economía” (Bruni & Grevin, 2017, pág. 63).

Esta barroca taxonomía recuerda la de las especies biológicas y su evolución. Pero todas esas variantes, se vinculen o no a la RSE, sean o no empresas sociales o empresas de comunión, ¿van más allá de un cambio de espíritu o intencionalidad con la cual se crean empresas? ¿Es un asunto meramente cultural o alguna postula un cambio político, es decir, sistémico? ¿Todas apuntan a cambios lentos y graduales? ¿Puede mencionarse a un autor que sugiera una mutación más vehemente o crítica del sistema capitalista? Ése es claramente el caso Christian  Felber  y  La economía del bien común (2014). El extenso subtítulo de la edición en español ya da cuenta de sus ambiciosas metas: “Un modelo económico que supera la dicotomía entre capitalismo y comunismo para maximizar el bienestar de la sociedad”.

De todas las obras aquí reseñadas, cuya persuasión surge de una peculiar mixtura de humanismo y afán solidario junto a un sólido aterrizaje empírico, Felber es el más utópico, o al menos el más arriesgado de todos los pensadores que sueñan con nuevos modelos de economía y empresas.
Sus 20 puntos básicos para la economía del bien común parecen un audaz programa político: acompañar el PBI como indicador de éxito con otro indicador: “el producto del bien común”; limitación por decisión democrática de las desigualdades de ingresos; creación de una “banca democrática” y “una cooperación monetaria mundial” con una moneda mundial; la Naturaleza tiene un valor propio y no puede ser propiedad privada, por lo tanto, se asignarán parcelas de tierra  para habitar y producir; se deberá mitigar la “huella ecológica”; y la democracia representativa será complementada con la democracia directa y participativa (Felber, 2014; págs. 260-267).

La inmensidad y la altura de su apuesta  son un fuerte incentivo para plantearse a fondo cómo hacer viables y razonables tantas audacias. Sin embargo, es difícil que el lector de Felber no sonría luego y se entusiasme con su irónico epígrafe  de La economía del bien común: “Siempre hay una alternativa. Para Margaret Thatcher y Angela Merkel”.



REFERENCIAS

BRUNI, Luigino; GREVIN, Anouk (2017). La economía silenciosa. Economía de comunión, empresas y capitalismo. Trad.  Honorio Rey y Alejandro Poirier. Editorial Ciudad Nueva, Buenos Aires.

BRUNI, Luigino; CALVO, Cristina  (2009)  El precio de la gratuidad. Nuevos horizontes  en la práctica económica. Editorial Ciudad Nueva, Buenos Aires.

FELBER, Christian (2014) La economía del bien común. Editorial Paidós. Buenos Aires. Fecha original de publicación: 2012.

HOEVEL, Carlos (2015). “La Economía del Don: modelos y realidades”, en Cuadernos de RSO (2015). Publicación interdisciplinaria sobre Responsabilidad Social de las Organizaciones. Universidad Católica del Uruguay. Facultad de Ciencias Empresariales Departamento de Ciencias de la Administración. Programa de Investigación sobre RSE Montevideo – Uruguay. Vol. 3 – Número 2. Diciembre 2015, págs.. 11-26.

LALANNE, Andrés (2016). Cuadernos de RSO. Vol. 4 - nº 2 2016 p. 127 – 128.

ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DE ESTANDARIZACIÓN (2010). ISO 26000 Responsabilidad Social. http://www.iso.org/iso/iso_26000_project_overview-es.pdf

OPPENHEIMER, Andrés (2014). ¡Crear o morir! La esperanza de América Latina y las cinco claves de la innovación. Debate. Montevideo.

FUENTE: Este artículo fue publicado con el título “La economía silenciosa. ¿Hay otro capitalismo?” por Agustín Courtoisie, en Revista Relaciones Nro. 402, Noviembre de 2017, Montevideo, páginas 7 a 9.