Filosofar sin incurrir cada tanto en algún sofisma es una tarea imposible, como aprender a caminar sin caerse. Por fortuna están los otros, el prójimo, el próximo, para corregirlo a uno.
viernes, 22 de noviembre de 2019
EL QUE PAGA LA ORQUESTA ELIGE LA PARTITURA
Son comunicadores. Son "influencers". La juegan de neutrales en algunos casos. En otros son más explícitos. Ellos saben cuánto ganan los funcionarios y qué hacen las empresas. Pero nadie sabe si ellos son empleados, o si son empresas, ni cuál es el vínculo contractual que los une a los medios. Denuncian los secretos de otros pero ellos no suelen difundir cuánto ganan por trabajar en los medios, o por hacer negocios gracias a estar en los medios. La pregunta es: ¿quién o quiénes pagan la orquesta?
En los EE.UU “las grandes empresas financian la producción y distribución de los medios masivos de comunicación. Y al margen de toda intención, quien paga a la orquesta es generalmente el que impone el repertorio“ decían Lazarsfeld y Merton (1948) en un estudio célebre.
Lazarsfeld y Merton se propusieron detectar las condiciones de éxito de campañas masivas exitosas. Entre ellas encontraron un requisito relevante: la propiedad de los medios, o el monopolio de hecho de los medios de comunicación, sin contrapropaganda eficaz, solía impactar de modo previsible sobre la sociedad. Los autores proponían los ejemplos de la Unión Soviética y la Alemania nazi.
Pero fueron igualmente duros con los EE.UU y decían: "El oligopolio de los medios masivos y la concentración en manos de unas pocas grandes empresas", hacía inviable toda propaganda alternativa, o la reducía hasta volverla marginal. Y es sabido que “quien paga a la orquesta es generalmente el que impone el repertorio“.
Yo he suavizado la frase diciendo “elige la partitura” en vez de “impone el repertorio” porque “imposición” me parece inexacto en el caso de los comunicadores seleccionados en la imagen del posteo.
De verdad, en esto no tengo ninguna duda: estoy seguro que aquellos cuyas fotografías acompañan este texto creen estar haciendo las cosas bien, de manera correcta. No es el periodismo venal de otras partes del mundo, algunas muy cercanas. Por lo menos en el caso de los comunicadores incluidos en este posteo creo que todos son honestos, y no creo que cambien de opinión para seguir en los medios masivos, o para preservar su empleo, ni que reciban ninguna orden "de arriba" para decir tal o cual cosa, o dejar de decirla. En ese sentido no hay nada que reprochar.
Pero son algo ilusos, ellos, nosotros y la mayor parte de la opinión pública: esos comunicadores están allí porque su pensamiento, sus perspectivas políticas y existenciales son afines a quienes les pagan los sueldos o reparten ganancias o favores en sus emprendimientos como socios. De lo contrario, no estarían más allí y otros tan hábiles, o carismáticos, o capaces como ellos vendrían a sustituirlos.
En todo caso, lo que sí se les podría reprochar es un conflicto de intereses: esos comunicadores no están en condiciones de informar o reflexionar en forma ecuánime sobre muchos y controvertidos temas porque sus socios, o sus empleadores, se sentirían amenazados.
Vamos a volver sobre el punto. Pero para ir haciendo boca, recomiendo el libro En pocas manos. Mapa de la concentración de los medios de comunicación en Uruguay de Gustavo Gómez, Facundo Franco, Fernando Gelves y Nicolás Thevenet.
Les dejo el link para descarga libre y completa del libro:
https://www.observacom.org/wp-content/uploads/2017/12/EnPocasManos_GG%c3%b3mez.pdf
Otra fuentes:
La reacción. Derecha e incorrección política en Uruguay de "Entre" y Ignacio de Boni, Gabriel Delacoste, Lucía Naser, Laura Ojeda, Diego León Pérez, Santiago Pérez Castillo, Habriela Sánchez. Montevideo: Estuario Editora. 2019. Entre es un espacio de cultura y política. Por más información: Entre.uy
The Communication of Ideas, ed. Lyman Bryson, pp. 95-118 de Paul Lazarsfeld y Robert Merton, Nueva York: Harper & Brothers, 1948. La versión española con introducción, notas y selección de textos de Heriberto Muraro, fue publicada por el Centro Editor de América Latina, Nº 52, Buenos Aires, 1978.