viernes, 22 de noviembre de 2019

VOTANDO A CONCIENCIA NO SE PUEDE PERDER



Pertenecí toda mi vida a otras tradiciones partidarias, en general en saludables y fraternales minorías. El balotaje es otra cosa. Hoy es mucho más fácil elegir, como decía Alejandro Dolina: "hasta yo puedo darme cuenta". Yo voto al ingeniero Martínez y por eso no pretendo ni quiero ningún carnet del FA. Es la ética de la responsabilidad.

En el mundo tienden a enfrentarse dos grupos de visiones diferentes, con matices claro está dentro de cada bando. De un lado la perspectiva de distribuir, tratar de igualar el punto de partida, respetar el empoderamiento de las mujeres y las diferentes identidades de género, dar la mano al caído, a los niños, a los viejos, a los enfermos. En ese bando se trata de educar y curar a todos, reducir privilegios y estar en todas partes del lado de la paz, respetando la soberanía de cada nación.

Del otro lado está la nueva derecha en sus dos sabores: la variante grosera y criminal, de Bolsonaro, Juan Guaidó, Jeanine Añez y Donald Trump, o bien, la variante de la cara amable de los psicópatas estilo Mauricio Macri, Sebastián Piñera, Ivan Duque, Lenin Moreno. En ambas modalidades, ninguno logra explicar por qué si el capitalismo en el mundo es tan eficiente, se invaden países todos los días para asegurarse sus recursos naturales y se cometen los crímenes más horrendos contra poblaciones civiles, en América Latina, en Medio Oriente, en África. O por qué siempre que ellos gobiernan aumentan los pobres, cualquier sector social está más expuesto a ser humillado, se disparan las ejecuciones extrajudiciales y se beneficia una élite privilegiada.

En todo el mundo ambos bandos se enfrentan. En cada país donde se han enfrentado los modelos de sociedad, el candidato de la derecha será más "civilizado" y elegante, o será más obsceno y descarado. Será joven y emotivo como Lacalle Pou y estará respaldado por el ambiguo y oscuro Manini Rios, por ejemplo; o será escritor y documentalista como Carlos Mesa, o se parecerá al empresario golpista, y fundamentalista cristiano, Luis Fernando Camacho, ambos en Bolivia.
En cada país, su oponente progresista será más hábil o lo será menos, tendrá el carisma de un Andrés Manuel López Obrador, la elocuencia de Jean-Luc Melenchon o Pablo Iglesias, será gris y moderado como Scioli, o tendrá la capacidad del trabajo en el largo tiempo de un Evo Morales, que dio vuelta para bien la economía de Bolivia, hecho reconocido por el Banco Mundial, y en un par de días le masacraron decenas de sus seguidores y beneficiarios indígenas de sus políticas. Pero lo esencial que se opone es un esquema de sociedad diferente. El esquema progresista tiene defectos y tuvo fallas cada vez que se aplicó. Pero siempre mejoró la vida de sectores postergados de la población.

En cambio, el esquema de la derecha logró, en el mejor de los casos, aumentar el PBI nacional, pero no la distribución. Ese modelo supuestamente eficiente explota en crisis periódicas financieras y productivas. Los grupos de intereses beneficiarios de ese modelo lo apoyan y blindan con un capítulo de sus negocios llamado "medios de comunicación". Si aún no han ganado el gobierno, esos medios contribuyen a derrocar por la difamación sistemática a los gobiernos progresistas.

¿Dónde ponemos en este esquema a Rusia y China? Todos conocemos el refrán acerca de que hay que mirar lo que alguien hace y no lo que dice de sí mismo. Esas naciones son capitalistas. No debe engañarnos su discurso de apariencia progresista, aunque algunas tradiciones autoritarias de izquierda tiendan a reivindicar esas naciones. Aunque siempre se puede aprender algo bueno de otras culturas y naciones, Rusia y China no pueden constituirse en modelos de referencia dentro del esquema que proponemos para pensar este lado del mundo. Hay  elementos claramente autoritarios en esas naciones y el control de los medios en ellos parece mucho más obvio que por estas latitudes. Sin embargo, por aquí todo es más perverso y, en el fondo, más neototalitario y eficaz: nos creemos sin ataduras. De este lado del mundo creemos que hay libertad de expresión pero no la hay: lo que predomina es la libertad de las empresas que dentro de sus negocios disponen de medios masivos.

Rusia y China, de todos modos, ofrecen la nada desdeñable virtud de compensar y equilibrar el poder de gran escala de los EE.UU, que tiende a apoyar las dictaduras más abominables del planeta: ayer promovía el Chile de Augusto Pinochet y hoy se asocia a la Arabia Saudí que descuartiza a un periodista como Jamal Khashoggi, o comete genocidio con su vecino Yemen. O recurre a Israel que extiende su territorio y avanza en Medio Oriente, aunque lo hace sobre la humillación y la muerte de miles de civiles palestinos. En Venezuela, EE.UU ha financiado atentados que van desde la destrucción de hospitales pediátricos al ataque desde helicópteros sobre edificios gubernamentales, o ha inducido la presión de los bancos para negar la compra de medicamentos, la confiscación de activos en el exterior de políticos del gobierno de Nicolás Maduro y probablemente esté detrás de los sicarios y mercenarios usados para aplicar técnicas como la quema de personas vivas por el pecado de ser o parecer chavistas. Cuando Venezuela se defiende en esta guerra, naturalmente ocurren cosas indeseables, como ocurren en todas las guerras. Pero es muy hipócrita llamar a Venezuela "dictadura" por ser un país que hasta ahora se defiende. Sobre la perversidad de los medios y cómo nos afectan ver nuestro posteo anterior: "El que paga la orquesta elige la partitura".

El modelo de la derecha, en cualquiera de sus variantes, se presenta como el adalidad de la "seguridad" (en una visión simplista de ésta), pero siempre la destruye profundamente: durante la dictadura en el Uruguay no había seguridad ninguna porque los usurpadores estaban en el poder, se violaba con impunidad en cuarteles y comisarías, y muchos empresarios se beneficiaban de ese sistema de robo y despojo autoritario. En el mundo, la reducción de homicidios está vinculada no a la mera reducción de la pobreza, o al tamaño del PBI, sino a la menor desigualdad (sea medida por el índice de Gini u otro indicador). Todos los asuntos sociales y de salud, como las adicciones, el embarazo adolescente, la movilidad social, la esperanza de vida, mejoran en países como Suecia, Noruega o Japón. Y empeoran en Colombia, Brasil y EE.UU.


Hay mil cosas que no me gustaron del FA y conductas puntuales rechazables de plano. Pero este domingo no quiero estar del lado de la mentira de la "meritocracia" que omite siempre el escándalo del desigual punto de partida. No quiero estar del lado de los que piensan perseguir criminales de abajo que es más fácil, pero no a los criminales de guante blanco que les dan las armas, las drogas y el apoyo logístico de financieras y estudios jurídicos. Por cada boca de droga que se destruye nacen diez, o más. Hay una demanda atrás, y un sistema eficaz que la sostiene. Colombia no puede con ese sistema, aunque asesina dirigentes campesinos y ex guerrilleros que dejaron las armas, todos los dias. EE.UU no puede con ese sistema, porque es el corazón de la demanda mundial de droga. En algún sentido, EE.UU usa la prohibición de las drogas para control geopolitico. Pero eso es otra historia.

Este domingo no quiero estar del lado de los que no saben explicar por qué si el mercado es tan eficiente como en tal o cual país, cómo es que esos países "exitosos" salen a matar y robar a otros, en Irak, en Afganistán, en Libia y ahora, en América Latina. No quiero estar al lado de neonazis, racistas, homófobos, escuadrones de la muerte, ni negacionistas del Holocausto judìo, o negacionistas del Holocausto palestino. Aunque se presenten con cara elegante y estribillos pegadizos. No quiero estar al lado de aquellos que ignoran, o no les importa, que los de ese modelo siempre van a la guerra. Y que luego, cuando la gente huye de la tragedia de la guerra en sus países de origen, olvidan que EE.UU la encarcela en jaulas o separa de sus niños y la civilizada Europa los deja morir en el mar.

No es un problema de personas, de sus errores y aciertos individuales, es un problema de cosmovisiones y prácticas sociales. Quiero estar del lado del Plan Ceibal, de los miles que fueron operados de la vista, del cambio de la matriz energética, del sistema de salud y el sistema de cuidados, de las jubilaciones y pensiones seguras y cada vez más dignas, de la reducción extraordinaria de la pobreza y de enfrentar el desafío de la marginalidad (que es más profundo que "sáquenlos de mi vista, no los quiero ver, no me importa qué hagan con ellos"). Quiero estar del lado de los que crearon 300.000 puestos de trabajo aunque se perdieron, con dolor, 50.000. ¿O la coalición multicolor piensa derogar la plusvalía?




En 1980, recuerdo al doctor Enrique Tarigo diciéndole en una infrecuente polémica de la TV al Coronel Bolentini, que es un error viejo como el mundo querer poner en una gran norma legal disposiciones que aspiran a evitar para siempre la subversión o anular mágicamente con sus enunciados juridicos la realidad del supuesto terrorismo. Hoy se habla con conceptos simplificados, de la "inseguridad", como ayer se hablaba de la "subversión" como el gran mal. Es una ingenuidad enfrentar esos males con una mayor punitividad y represión. No solo no se resuelven, como lo muestra la experiencia en el mundo y una gran bibliografía académica, todo se agrava y se llevan puestas muchas vidas inocentes al querer aplicar la letra de leyes autoritarias: se degrada la democracia.

"Yo tengo muy buenos amigos", decía Enrique Tarigo en 1980 al militar con el cual discutía y al abogado Viana Reyes, partidarios del gobierno dictatorial y de su proyecto de reforma constitucional, "pero a ninguno de esos buenos amigos yo les daría un cheque en blanco" (cito de memoria esas palabras). También yo tengo muy buenos amigos en la coalición multicolor, amigos de verdad, colorados, blancos e independientes. Y respeto muchisimo a personas conocidas o allegadas y vinculadas a Cabildo Abierto. Pero jamás les daría, ni a mis amigos, ni a quienes mis amigos apoyan, el cheque en blanco de una ley de emergencia de texto insinuado pero desconocido.

Y mucho menos, jamás les regalaría el cheque en blanco que puede conducir a la lesión o muerte de inocentes y la pérdida republicana que significan las cuatro propuestas inconstitucionales, puestas a texto expreso en el "Compromiso por el pais" . En la página 8, en la última línea, con la excusa de combatir la corrupción:

* El “enriquecimiento ilícito”, que invierte la carga de la prueba y viola la presunción de inocencia.

* La figura del “arrepentido” que en la práctica ha llevado a calumniar inocentes para eludir la prisión.

* La “extinción de dominio“, que se apropia de bienes del acusado antes de concluir el proceso penal.

Tampoco les daría a mis amigos, y mucho menos a quienes mis amigos apoyan, este otro cheque en blanco en la página 20:

* El gatillo fácil y la exoneración de responsabilidades penales para las "fuerzas del orden": “Introducir la presunción simple de legítima defensa a favor de los funcionarios policiales, cuerpo de Prefectura Nacional Naval y Policía Aérea, y personal militar”. Esa frase es similar al decreto de Jeanine Añez en Bolivia y a la "doctrina Chocobar" de Macri, que llevó a matar por la espalda a jóvenes inocentes.

Hay que ver mucho más lejos y arriba, que la disputa entre el ingeniero Martínez y el joven Lacalle Pou. Con la atención puesta en el mundo se da mayor contexto a la decisión. Al votar con esa conciencia nunca se puede perder.